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Conocí a Juan Pablo Ruiz a principios de 1990 cuando me lo presentó Carmen Tavera. Carmen era la directora ejecutiva de Fundación Natura en ese entonces y, como la habían nombrado en un cargo importante en la ONU, debía salir de Colombia. Después de hablarlo con ella, decidimos presentar a Juan Pablo, quien acababa de terminar una maestría en el Yale School of Forestry, a la junta directiva de Natura.

En ese entonces The Nature Conservancy canalizaba cuantiosas sumas de donantes para organizar la fundación en Colombia. El final de este apoyo nos llevó a crear programas para que Natura siguiera operativa y no tener que enfrentar el desastre económico que marcó a muchas organizaciones ambientales en el país.

Desde su nuevo cargo, Juan Pablo continúo promoviendo el programa Adopte una hectárea, un mecanismo que inicialmente nos permitió recaudar los recursos necesarios para sobrevivir. Gracias a su liderazgo se realizaron varios proyectos de sostenibilidad y se apoyó la consolidación del Parque Natural Ensenada de Utría, el cual había sido completado exitosamente por German Andrade, otro dirigente de la Fundación Natura.

El apoyo de Juan Pablo a la causa ambiental siempre fue total y, si mi memoria no me falla, estando en Natura impulsó la red de reservas de la sociedad civil y luego la creación del Ecofondo. Al retirarse de Natura, Juan Pablo se fue a trabajar en el Banco Mundial y logró que esta entidad le entregara a la Fundación USD1.000.000 para la conservación y uso sostenible de la Serranía del Baudó.

La vida de Juan Pablo estuvo dirigida a la protección del medio ambiente y su interrelación con la naturaleza lo llevó a escalar las cumbres más altas del planeta. Además, su actitud ante la problemática ambiental era siempre directa y concreta. Hablar con Juan Pablo era un placer porque lo que decía y pensaba no se iba por las ramas, ni terminaba en especulaciones hipotéticas. Buscaba soluciones lógicas, de sentido común, que, en el ambiente enrarecido que vivimos hoy, implicaría un cambio en medio de los debates ambientales en los que abundan palabras y faltan acciones concretas.

Luis Fernando Lloreda

Juan Pablo fue un gran apoyo para mi gestión entre el 2019 y el 2023. Fueron 4 años de dirección de la Fundación Natura, con grandes cambios y proyecciones. Estuvo presente en momentos muy importantes, lo consulté y pedí su crítica opinión en diferentes escenarios. Era práctico y concreto frente a temas de alta complejidad como la lucha contra la deforestación, fracking, aceleración financiera de proyectos y cambio climático. Además, fue mi profesor en mis primeros artículos de opinión en medios de comunicación.

Resnatur fue un punto de conexión entre los dos. Él me invitó a ser parte del Consejo directivo, pues Fundación Natura es miembro fundador de la red, y en esos espacios pudimos imaginarnos una acción ambiental para Colombia, desde la sociedad civil y con una mayor participación e incidencia de nosotros como actores civiles.

Juan Pablo, Fundación Natura te da las gracias por un inconmensurable aporte a lo largo de 40 años de existencia.

Clara Solano

Conocí a Juan Pablo trabajando en la Fundación Natura. Fue una gran experiencia colaborar con él. Me encantaba ver cómo defendía sus principios, discutiéndolos incluso con los donantes. Siempre buscaba la mejor manera de articular prácticas para la conservación de la biodiversidad, el desarrollo económico sostenible y el bienestar de las comunidades.

Cuando fui directora de la Fundación Natura trabajé con Juan Pablo y Paola Agostini en el primer proyecto mediano de GEF que hubo para Colombia, con el Banco Mundial. Fue una gran experiencia compartir ese compromiso, ánimo y alegría.

Cuando él se retiró del Banco Mundial lo invité a que fuera parte de la junta directiva y fue un gran acierto. Siempre lo consideré un querido amigo, lo recordaré y llevaré en mi corazón como esa persona de la cual aprendí muchísimo y con quien compartí momentos muy alegres e interesantes de mi vida.

Elsa Matilde Escobar

Juan Pablo fue un pilar moral, de energía y compromiso con el medio ambiente, con sus montañas y con su extenso grupo familiar y de amigos. Lo conocí en 2004, cuando el Banco Mundial inició operaciones en el área de biodiversidad en Colombia. Tuve la fortuna de interactuar con él profesionalmente, lo que derivó en un fuerte lazo de amistad. Fuimos vecinos.

Paola y Juan Pablo lograron una unión ejemplar, complementándose en intereses y cualidades. Isabel y yo disfrutamos mucho de su compañía, de sus historias y relatos de viajes y de su buen humor bogotano. Lo extrañamos mucho.

Walter Vergara

Nunca satisfecho con los conceptos, Juan Pablo Ruiz encontró en la Fundación Natura un espacio para realizar otra de sus obsesiones: innovar. En una institución joven, producto de la evolución del concepto de diversidad biológica y de la filantropía de los Estados Unidos, alertó a un conjunto de jóvenes profesionales con origen principalmente en las ciencias biológicas: “la biodiversidad es una categoría social”.

Juan Pablo, como naciente economista ambiental, supo que lo ambiental no era externalidad, sino entorno. Desde el Ecofondo, que nació en una pequeña oficina cedida por Natura, practicó la distribución de recursos ambientales en numerosas pequeñas organizaciones. También fue promotor del lema “conservación y producción”, acogido en las reservas naturales de la sociedad civil, de las que fue además de promotor activo practicante. Que la biodiversidad es una categoría social, fue su más profundo mensaje, muchas de cuyas dimensiones apenas comienzan a entenderse o consolidar hoy.

Germán Andrade

Fue en las reuniones de la Junta Directiva de Resnatur, desde 2015-2016, cuando tuvimos la oportunidad de conocer de cerca a uno de los inspiradores y cofundadores de Resnatur. Allí sucedía todo, y Juan Pablo lideraba los diálogos y los cuestionamientos sobre el devenir de la conservación en espacios privados y en su enfoque de base: “conservar produciendo sosteniblemente”. Hasta el último momento, insistió en la supervivencia de la red y la visibilización de la conservación como opción de uso en predios privados, posición que reforzó constantemente en su columna de El Espectador. Pero, ante todo, Juan Pablo tuvo siempre la gran habilidad de conciliar escalas y lograr diálogos sobre la conservación voluntaria y la incidencia en el territorio, desde ámbitos internacionales y nacionales de política pública hasta las personas en su quehacer cotidiano en sus reservas. Juan Pablo seguirá siendo nuestra línea de vida y la cordada que une el tejido de la red.

Marcela Santamaria y Natalia Laverde