En Colombia, los atardeceres de agosto se adornan de cometas. Una tradición cultural que es posible gracias a un fenómeno natural que es conocido como los vientos alisos, una corriente que tiene una mayor intensidad durante este mes, con velocidades que pueden alcanzar los 30 km/h. Y se presenta sobre las áreas marítimas cercanas a la línea del Ecuador. Por eso, la posición geográfica de Colombia, entre el océano Pacífico y el Atlántico, en la Zona de Convergencia Intertropical (ZCIT), donde confluyen corrientes de aire y agua de ambos hemisferios, permite que, entre agosto y enero, se intensifiquen los vientos alisos en el centro y sur del país.
“Para esta época tenemos las corrientes de aire que ingresan al país por el oriente, entran por el lago de Maracaibo en Venezuela e ingresan por la Cordillera Oriental y la Serranía del Perijá. Dichas corrientes de aire vienen cargadas con humedad y lluvias”, explicó Héctor Gregorio Mejía, Agrónomo del proyecto Monitoreo Climático Participativo.
Este proyecto es una iniciativa de ISAGEN y Fundación Natura que se implementa en el departamento de Santander, en los municipios de San Vicente de Chucurí, Betulia, Zapatoca y Girón; con el objetivo de involucrar a las familias cafeteras y cacaoteras en procesos de monitoreo meteorológico y agronómico, para entender cómo varía el clima en la región y cómo esto puede apoyar la toma de decisiones alrededor de sus cultivos.
En este sentido, una de las novedades que se puede presentar en agosto suele estar relacionada con los vientos característicos del mes. “El viento es una variable meteorológica que siempre va a estar presente en los sistemas de producción y de nosotros depende si esta variable nos beneficia o perjudica”, afirmó Héctor.
Por ejemplo, algunas de las afectaciones que se pueden presentar en los cultivos están asociadas a los daños físicos en los brotes, hojas, flores y frutos jóvenes de la planta de cacao, a raíz de los fuertes vientos, que puede disminuir el área fotosintética y afectar el crecimiento, ya que es la superficie que le ayuda al árbol a absorber luz, transformarla en alimento y aportar en su productividad y supervivencia.
Por otro lado, está la deshidratación provocada por el viento y las altas temperaturas, que aceleran la pérdida de agua por las hojas, que lleva al estrés hídrico, principalmente en periodos secos o cuando el suelo no retiene de forma eficaz la humedad.
Sumado a esto, las familias productoras se preparan en diferentes temporadas del año para prevenir en sus cultivos la aparición de enfermedades como: la moniliasis (Moniliophthora roreri), la escoba de bruja (Moniliophthora perniciosa), entre otras. Por eso, una de las preguntas frecuentes durante este mes es si los vientos pueden influir en la aparición de dichas enfermedades.
“Debemos recordar que los agentes causales u hongos que originan estas enfermedades, poseen unas estructuras denominadas esporas que hacen las veces de semillas; la función de dichas esporas es la de dar continuidad a la especie, en este caso escoba de bruja y moniliasis, estas estructuras son muy pequeñas y efectivamente pueden llegar a ser transportadas por las corrientes de aire, así como las pueden transportar insectos y las herramientas que usamos para el manejo del cultivo”, aseguró Héctor. Para que la espora pueda infectar la planta o el fruto, aparte de llegar a la estructura indicada, son necesarias condiciones de humedad relativa y temperatura especiales.
Y añadió la importancia de seguir las recomendaciones técnicas como la remoción semanal de estructuras afectadas, que deben colocarse en el suelo y cubrirse con hojarasca, para reducir el riesgo de dispersar los hongos.
Aunque existen diversas afectaciones, también es cierto que los árboles forestales en las parcelas de cacao pueden brindar varios servicios que ayudan a mitigar el impacto, por ejemplo:
Protección contra el viento: los árboles funcionan como barreras naturales que reducen la velocidad del viento, evitando daños físicos como la caída de flores y frutos del cacao, ya sea en plantas jóvenes o adultas.
Microclima más estable: los árboles regulan la temperatura, reducen las fluctuaciones extremas y mantienen humedad en el ambiente. Esto beneficia al cacao, que es sensible tanto al viento fuerte como al exceso de radiación solar. Es decir, la sombra que aportan los forestales amortigua el impacto del viento y del sol, evitando el estrés hídrico y favoreciendo la salud del cacaotal.
Reducción de la erosión: los árboles tienen raíces profundas, las cuales al asociarse con coberturas vegetales ayudan a fijar el suelo, disminuyendo la erosión causada por el viento y las lluvias intensas.
Apoyo de materia orgánica y nutrientes: los árboles contribuyen a construir materia orgánica y reciclar los elementos nutricionales que están en las profundidades del suelo, esto sucede porque las raíces penetran los estratos más profundos del suelo y absorben elementos nutricionales para la planta a través de la caída de las hojas y ramas, las cuales se descomponen y se convierten en materia orgánica y elementos nutricionales disponible para las plantas, este proceso se da gracias a la intervención de microrganismos e insectos presentes en el suelo.
Con base en lo anterior, el equipo técnico del proyecto recomienda establecer sistemas agroforestales exitosos, seleccionando adecuadamente las especies forestales y teniendo en cuenta la sombra y servicios ecológicos que brindan. Algunas especies comunes en la zona son: Abarco (Cariniana pyriformis) Nogal cafetero (Cordia alliodora) Cedro (Cedrela odorata) Nauno (Albizia guachapele) Samán (Albizia saman) y Anaco (Erythrina poeppigiana).
“Es necesario recordar que para la selección de las especies se deben tener en cuenta las condiciones de suelo y clima del predio y se le debe brindar un manejo adecuado que consiste en control de arvenses, fertilización, poda de formación y mantenimiento. Al realizar estas acciones, los árboles tendrán una mayor vida útil y podrán cumplir con el propósito para el cual fue establecido”, agregó Héctor.
Pero también es importante la prevención, teniendo en cuenta:
Instalación de barreras rompevientos: la principal estrategia es sembrar hileras de árboles frondosos alineados perpendicularmente a la dirección del viento predominante. Es recomendable usar especies nativas o maderables que además puedan aportar sombra y beneficios ecológicos al sistema agroforestal. Estas barreras disminuyen la velocidad y fuerza del viento antes de que llegue al cacaotal, protegiendo hojas, flores y frutos. Esto se usa más que todo en cultivos de cacao cerca a zonas costeras.
Manejo del sombrío: mantener un porcentaje adecuado de sombra en la plantación ayuda a amortiguar el impacto directo del viento sobre las plantas jóvenes y adultas de cacao. El sombrío temporal (plátano, plátano, maíz, gandul) es útil para plántulas recién trasplantadas, mientras que árboles de sombra permanente (nogal cafetero, guamo, abarco, cedro) fortalecen la protección a largo plazo.
No eliminar excesivamente la cobertura vegetal: se recomienda no hacer deshierbes muy intensos justo antes de la temporada de vientos. La vegetación ayuda a proteger el suelo y las raíces, también contribuye a mantener la humedad alrededor de las plantas.
Finalmente, Héctor Mejía enfatizó en la importancia de la resiliencia y la sanidad de los cultivos, pues esto depende de la combinación de conocimientos, ya sean tradicionales o los que brindan los profesionales agrónomos, como prácticas agroecológicas y adaptación continua frente a los desafíos climáticos.
De esta forma, el programa de Monitoreo climático participativo reafirma su compromiso con las familias agricultoras y monitoras de Santander, quienes comparten nuestro interés por sembrar con visión a futuro, aplicando prácticas de prevención, uniendo conocimientos y fortaleciendo la calidad e identidad que caracteriza al cacao del departamento.