El municipio de Gigante es una tierra donde se destacan las montañas andinas y aguas cristalinas que descienden del páramo. También conocido como la capital cacaotera del Huila, en donde el gigante Matambo y su amada Mirthayú, como dice la leyenda, dejan ver sus siluetas en el relieve cerca del valle del río de la Magdalena. Además, una de las cosas más representativas es la ceiba de la libertad que está sembrada en la plaza principal y que tiene más de 40 metros de altura.
Este territorio, que alcanza una temperatura de 24 grados centígrados, es la cuna de Ricardo Molano Cáceres, quien no oculta su felicidad con un gesto de picardía, al recordar su infancia haciendo travesuras y alegrando su familia. Cursó sus estudios de primaria y bachillerato en la Institución Educativa Jorge Eliecer Gaitán, en donde empezó a forjar su carácter basado en la honestidad, responsabilidad y compromiso con sus labores.
Al terminar sus estudios escolares, sintió una gran empatía con los temas de ciencias forenses, así que comenzó a estudiar criminalística, pero por una “mala jugada”, como él lo dice, tuvo que abandonarlo. Sin embargo, no todo se perdió, pues gracias a lo que aprendió en esta carrera, quedó sembrada la semilla de la investigación, por lo que decidió empacar maletas y emprender camino rumbo a Bogotá.
Las primeras sensaciones que recuerda de su llegada a la capital del país, fue el miedo y la incertidumbre, pero poco a poco logró establecerse y empezó a desempeñarse como operario de máquinas de inyección en una empresa de elementos desechables.
Aunque no fue fácil, su compromiso lo llevaron a quedarse durante cuatro años, pero después sintió que su tierra lo llamaba. Extrañaba su casa, su familia, sus raíces, las calles por donde transitaba y el delicioso asado huilense. Razones de peso para volver a su hogar.
“Muchas veces uno está en la edad donde quiere aventurar, experimentar nuevas facetas, arriesgarse y estar dispuesto a cualquier cambio, pero en esos años siempre era lo mismo, yo estaba solo, así que entré en una rutina donde salía de mi trabajo y regresaba a la casa. Por eso tome la decisión de regresar a la tierra bonita donde tengo mi familia y mis amigos”.
El amor era mutuo, su tierra lo recibió con los brazos abiertos y fue justo después de ese regreso, cuando empezaron sus primeros pasos en el campo ambiental, por lo que inició con estudios en el tema sísmico como el primer paso para adquirir conocimientos sobre el trabajo de exploración de minerales, principalmente del petróleo. Así, empezó a comprender el comportamiento de los suelos de su región y, a partir de esa experiencia, “lo importante que es la recuperación y la mejora de los ecosistemas”.
Fue en esa misma época, cuando Ricardo volteó su mirada hacia el Proyecto hidroeléctrico El Quimbo y, con ello, iniciaron los rumores de que Enel-Emgesa iba a empezar un proyecto enfocado en la recuperación ambiental, específicamente en restaurar el ecosistema más degradado del país: el Bosque Seco Tropical (BST), tema que despertó su interés de inmediato.
Este giganteño apasionado por los temas ambientales y con el interés de aprender más sobre esto, se vinculó al equipo de la Fundación Natura que inició sus labores en 2014. “Doy Gracias a Dios por permitirme llegar hasta este punto. He obtenido maravillosos logros y uno de ellos ha sido ser y seguir siendo parte de este grandioso grupo de trabajo”, destaca.
Con emotividad cuenta que “Empecé siendo auxiliar de vivero y apoyo en campo, realizando diversas actividades, pero con el tiempo me fui enfocando más en el desarrollo y manejo del vivero, donde empecé a aprender mucho más sobre la restauración” y fue en ese vivero donde se soportó el desarrollo del Plan Piloto de restauración, que le dio vida a este mega proyecto.
Entre semillas y plántulas, se sentía dentro de un laboratorio de experimentos y su papel era, junto a todo el equipo, ayudar a identificar estrategias y especies adecuadas para llevar a cabo la restauración en el ecosistema del bosque seco. Al inició, los resultados no eran los más alentadores, pero la experiencia y constancia es lo que lleva al éxito, por lo que, gracias al compromiso del equipo, el tan esperado proyecto se convirtió en el Plan de Restauración Ecológica de BST más importante del país, donde el objetivo es llegar a restaurar las 11,079 hectáreas.
Con orgullo afirma: “por los conocimientos que he adquirido y experimentado, estoy seguro de que hago un gran aporte en cuanto al mejoramiento y recuperación de un ecosistema que se encuentra tan degradado en el país, como lo es el Bosque Seco Tropical”.
Al iniciar el 2018, con el apoyo de la Fundación, tuvo la oportunidad de continuar su formación en el Servicio Nacional de Aprendizaje-SENA, obteniendo el título de técnico en manejo ambiental, con el que pudo ascender dentro del proyecto para ocupar el cargo de técnico de vivero, que desempeña actualmente.
Sus labores son muy importantes, ya que es el encargado de que el proceso de propagación y domesticación de las especies nativas del BST sea exitoso. Debe guiar y estar al tanto de los auxiliares y apoyar el mejoramiento del área ambiental en las instalaciones del vivero.
Después de 6 años de ser parte de este proceso, se siente orgulloso de lo que hace, por eso le transmite a su hijo el mensaje del cuidado del medio ambiente. Manuel de 6 años, ama la naturaleza y no pierde la oportunidad de pedirle que lo lleve al vivero, porque también quiere ser parte de la gran labor que hace su padre.
Ricardo está seguro de que con sus labores y sus conocimientos está aportando en el cuidado y la protección de la naturaleza, por eso quiere seguir con sus estudios, espera iniciar la carrera profesional de ingeniería agroforestal y “ser parte del equipo de divulgación para dar a conocer, ante diversas entidades, la importancia y lo influyentes que somos en el cuidado y la protección del medio ambiente”.