Elsa Matilde Escobar
Directora Ejecutiva
El 6 de mayo del 2019, el IPBES, que es el organismo intergubernamental que evalúa el estado de la biodiversidad y de los servicios de los ecosistemas, entregó el informe del estado de biodiversidad en el mundo. Cientos de expertos, ofrecieron sus conocimientos y su tiempo ad honoren, para que tengamos claro de qué se está hablando cuando algunos afirman que estamos en la sexta era de extinción, “una amenaza verdaderamente global y generacional para el bienestar humano» señala el documento. Este es el informe más completo que jamás se haya entregado, por eso su aprobación, después de tan arduo trabajo, fue un momento de gozo y satisfacción según lo pudimos ver en las redes sociales.
Este informe no tiene discusión, pues fue recopilado por 145 autores expertos de 50 países, en los últimos tres años, con aportes de otros 310 autores contribuyentes. Allí se evalúan los cambios del planeta en las últimas cinco décadas, proporcionando un panorama completo de la relación entre las vías de desarrollo económico y su impacto en la naturaleza. Además, se basa (por primera vez a esta escala) en el conocimiento indígena y local, en particular sobre temas relevantes para sus territorios.
La Fundación Natura, organización que tiene como objetivo la conservación y usos sostenibles de la biodiversidad para el bien de toda la sociedad, recibe este informe con una gran preocupación y desasosiego.
Después de la cumbre de la Tierra en 1992, creímos que con la firma de la Convención sobre Biodiversidad el panorama iba a cambiar, sin embargo, ha empeorado; pues la pérdida de biodiversidad tiene cifras alarmantes en el mundo entero, en nuestra región y en nuestro país. Por más políticas, planes, estrategias y proyectos que se escriben, seguimos destruyendo nuestra riqueza natural.
En el resumen del estudio, el IPBES en su documento: La declinación peligrosa de la naturaleza «sin precedentes». Tasas de extinción de especies ‘acelerando’, asegura que la respuesta global que se está dando es insuficiente y que deben superarse intereses individuales para asegurar el bien público.
Trataré de resumir unos de los principales hallazgos. Para empezar, un millón más de especies de animales y plantas están ahora en peligro de extinción, algo que nunca antes se había registrado en la historia de a la humanidad. Estamos destruyendo la naturaleza a unas tasas nunca registradas, causando graves impactos sobre la población mundial.
El Presidente en ese momento de IPBES, Robert Watson, manifestó que “La evidencia abrumadora de la Evaluación Global de IPBES, desde una amplia gama de diferentes campos de conocimiento, presenta un panorama siniestro» y agregó, «la salud de los ecosistemas de los que nosotros y todas las demás especies dependemos, se está deteriorando más rápidamente que nunca. Estamos erosionando los cimientos de nuestras economías, medios de vida, seguridad alimentaria, salud y calidad de vida en todo el mundo». Este mensaje es clave para los tomadores de
decisiones, para la vida y el bienestar de la gente de nuestro país parece no tener repercusión alguna de los políticos actuales.
Asuntos que ponen en peligro la biodiversidad, el medio ambiente y las comunidades, han sido aprobados en los últimos meses. Temas como: el fracking, la aspersión con glifosato, la deforestación en aumento, la construcción del puerto de Tribugá, las urbanizaciones de la Reserva Van der Hammen, la minería en áreas protegidas y de especial interés, son ejemplos de actividades que indudablemente llevarán a la pérdida de biodiversidad.
El informe también resalta que aún estamos a tiempo de hacer algo, pero debe ser de inmediato y a nivel local, regional, nacional y mundial. No son las generaciones futuras las que van a sufrir con esta gran transformación de los ecosistemas, es la actual. Y añade que es necesario un “cambio transformador”, para cumplir con la mayoría de los objetivos globales. Por cambio transformador, se refieren “a una reorganización fundamental de todo el sistema a través de factores tecnológicos, económicos y sociales. Incluyendo paradigmas, metas y valores».
«Los ecosistemas, las especies, las poblaciones silvestres, las variedades locales y las razas de plantas y animales domesticados se están reduciendo, deteriorando o desapareciendo. La red esencial e interconectada de la vida en la Tierra se está reduciendo», dijo el Profesor Josef Settele. «Esta pérdida es un resultado directo de la actividad humana y constituye una amenaza directa para el bienestar humano en todas las regiones del mundo».
Y es que, según el documento, desde 1980 las emisiones de gases de efecto invernadero se han duplicado, elevando las temperaturas globales promedio en al menos 0.7 grados centígrados, por lo que el cambio climático está afectando a la naturaleza desde el nivel de los ecosistemas hasta el de la genética.
A pesar de las acciones emprendidas para conservar la naturaleza e implementar políticas, pone sobre la mesa que los objetivos globales para conservar y usar la naturaleza de manera sostenible (Objetivos de desarrollo sostenible-ODS) no pueden alcanzarse con las trayectorias actuales y las metas trazadas para 2030 y más allá, solo pueden lograrse a través de esos cambios transformadores mencionados anteriormente.
Las tendencias negativas actuales en la biodiversidad y los ecosistemas, socavarán el progreso de cerca del 80% (35 de 44) de los ODS, relacionados con: la pobreza, el hambre, la salud, el agua, las ciudades, el clima, los océanos y la tierra (ODS 1, 2, 3, 6, 11, 13, 14 y 15). El reflejo de que la pérdida de biodiversidad no solo es un problema ambiental, sino también un problema que tiene que ver con el desarrollo, lo económico, la seguridad, lo social y lo moral.
Por su parte, el profesor Eduardo S. Brondízio señala que hay que entender cuáles son los impulsores del cambio incluyendo factores: demográficos, económicos y los valores sociales. «Los impulsores indirectos incluyen el aumento de la población y el consumo per cápita; la innovación tecnológica, que en algunos casos ha disminuido y en otros casos ha aumentado el daño a la naturaleza; y, de manera crítica, los problemas de gobernabilidad y responsabilidad”, acotó.
Otros hallazgos notables del Informe incluyen:
- Las tres cuartas partes del medio ambiente terrestre y alrededor del 66% del medio ambiente marino, han sido alteradas significativamente por las acciones humanas. En promedio, estas tendencias han sido menos severas o evitadas en áreas mantenidas o administradas por pueblos indígenas y comunidades locales.
- Más de un tercio de la superficie terrestre del mundo y casi el 75% de los recursos de agua dulce, ahora se dedican a la producción agrícola o ganadera.
- El valor de la producción agrícola ha aumentado en aproximadamente un 300% desde 1970, la extracción de madera en bruto ha aumentado en un 45% y cada año se extraen en todo el mundo aproximadamente 60.000 millones de toneladas de recursos renovables y no renovables, casi el doble desde 1980.
- La degradación de la tierra ha reducido la productividad del 23% de la superficie terrestre global, hasta los US $ 577 mil millones en cultivos anuales están en riesgo por la pérdida de polinizadores y de 100-300 millones de personas tienen un mayor riesgo de inundaciones y huracanes debido a la pérdida de las costas, hábitats y barreras de protección.
- En 2015, el 33% de las poblaciones de peces marinos se estaban capturando a niveles insostenibles. El 60% se pesca de forma máxima insostenible y solo el 7% se captura en niveles inferiores a los que se pueden capturar de forma sostenible.
- Las áreas urbanas se han más que duplicado, desde 1992.
- La contaminación plástica se ha multiplicado por diez desde 1980, 300-400 millones de toneladas de metales pesados, solventes, lodos tóxicos y otros desechos de instalaciones industriales se vierten anualmente en las aguas del mundo, y los fertilizantes que ingresan a los ecosistemas costeros han producido más de 400 zonas muertas en los océanos, con un total de más de 245,000 km2 (un área combinada mayor que la del Reino Unido).
- Las tendencias negativas en la naturaleza continuarán hasta 2050 y más allá en todos los escenarios de políticas explorados en el Informe, excepto aquellos que incluyen un cambio transformador, debido a los impactos proyectados de un aumento en el uso del suelo, la explotación de organismos y el cambio climático, aunque con diferencias significativas entre regiones.
El Informe también presenta una amplia gama de acciones ilustrativas para la sostenibilidad y vías para lograrlas en sectores como la agricultura, la silvicultura, los sistemas marinos, los sistemas de agua dulce, las áreas urbanas, la energía, las finanzas y muchos otros. Destaca la importancia de, entre otras cosas, adoptar enfoques de gestión integrada e intersectorial que tengan en cuenta las concesiones de la producción de alimentos y energía, la infraestructura, la gestión de aguas dulces y costeras y la conservación de la biodiversidad.
Ojalá el informe sirva para tomar decisiones certeras acerca del modelo de desarrollo que estamos abordando y de los puntos nefastos del Plan Nacional de Desarrollo presentado por el Gobierno actual y aprobado por el Congreso, sin el mínimo análisis de las consecuencias sociales y los impactos de algunas de sus propuestas.
Colombia hace parte importante del IPBES y la actual Presidenta es colombiana, hecho que debe aumentar el compromiso. Por eso el llamado que hace el panel de identificar como elemento clave de políticas futuras más sostenibles, la evolución de los sistemas financieros y económicos globales para construir una economía mundial sostenible, alejándose del paradigma limitado actual del crecimiento económico