Mercedes y Hermelinda: la fortaleza de las mujeres rurales

Alegrías, rosos, novios, dalias, hortensias y heliconias son las flores que decoran el jardín de las hermanas Mercedes y Hermelinda Prada Sánchez, mujeres rurales orgullosas de su herencia y de cultivar el campo en San Vicente de Chucurí, Santander, capital cacaotera de Colombia y en donde han estado la mayor parte de su vida.

Estas amables y sonrientes hermanas de 70 y 66 años son un claro ejemplo de la pujanza y la valentía de las mujeres rurales, apasionadas por la tierra y sus frutos, a los que dedican todo su tiempo recibiendo como recompensa, poder disfrutar de la tranquilidad que les genera amanecer con el canto de las aves y el aroma de su jardín. Su mayor afán es alimentar a los cerdos, pollos, patos, perros, cabros, entre otros animales, que hacen parte de su familia.

Mercedes y Hermelinda son dos de los catorce hijos de Ángel Jesús Prada Serrano y Eloísa Sánchez de Prada, quienes les dejaron como herencia el amor por el campo, por cultivarlo y el coraje de reconocer y sentirse orgullosas de sus raíces. “Nunca imaginé que terminaríamos juntas, ya que las dos tomamos caminos diferentes al salir por primera vez de la casa de nuestros padres”, recuerda Mercedes.

Las hermanas Prada salieron de casa llenas de ilusiones. Mercedes se enamoró, formo su hogar, pero el conflicto armado le arrebató a su esposo, “fue un duelo muy largo, quedé sola con mis siete hijos a los que saqué adelante con muchos sacrificios, pero orgullosa de la mujer valiente que soy y hoy disfruto de mis dieciocho nietos y tres bisnietos”.

Por otro lado, el destino rompió los sueños de Hermelinda y debido a un amor mal correspondido, el coraje afloró y no tuvo más remedio que criar a sus nueve hijos sola. “A mí me fue mal en el hogar, lo que me impulsó a regresar a casa después de sacar a mis hijos adelante. Decidí que mi lugar era acá, la finca donde fui feliz y sigo siendo la mujer más feliz en medio de mis animales y los quehaceres de la finca. Siempre he sido una mujer inquieta, me gusta trabajar y para mí no hay labor alguna que no sea capaz de realizar”.

Estas hermanas llevan casi 15 años de regreso sin retorno, manifiestan lo feliz que son y se dividen las labores de la finca, siendo una de las más rentables y prosperas, gracias a su trabajo y dedicación.

Mercedes, la hermana mayor, es quien se encarga de las tareas de la casa. Se despierta antes de las 5 am, prende el fuego para preparar el tinto y los alimentos del día, mientras que Hermelinda, a la misma hora, inicia labores del día sembrando yuca, plátano, recogiendo el cacao y el café y así juntas se van organizando, preparando la guanábana y recogiendo los huevos de sus gallinas para luego venderlos.

Estas dos mujeres rurales son trabajadoras incansables, siempre sonriendo y transmitiendo serenidad, precisamente ese compromiso con su labor fue lo que las llevó a interesarse e involucrarse en el programa que ISAGEN y la Fundación Natura llevan a cabo en la región, para entender la percepción de la comunidad acerca de posibles cambios microclimáticos ocasionados por el embalse Topocoro.

Desde el año 2012, Mercedes y Hermelinda hacen parte de la unidad de parceleros que realizan monitoreo agronómico en su finca, donde el personal técnico de la Fundación Natura monitorea el cacao, producto principal en su finca, y pueden observar el comportamiento productivo, así como la incidencia de enfermedades como la Monilia y Fitóptora, además de llevar un registro anual del comportamiento de los cojines activos y frutos formados, antes y después del llenado del embalse.

Así es como la hermandad, el compromiso, el amor y pujanza se unen para hacer de su finca un paraíso terrenal, en donde los problemas son pasado y son acogidas por los cerros, filos y mesetas de este municipio que produce 7.000 mil toneladas anuales de cacao con un sabor particular, gracias a tierras fértiles y gente trabajadora como las hermanas Prada, un ejemplo de la fortaleza y pujanza de las mujeres rurales de nuestro país.

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