En Santander se alberga una gran riqueza agrícola. Este departamento cuenta con 87 municipios, cerca de 1.352 veredas y 507 mil hectáreas en uso agrícola, además de historias que tienen como centro el campo. Este territorio guarda en sus entrañas y montañas una tradición oral y ancestral campesina con la que se tejen historias de colaboración, ingenio y determinación, protagonizadas por mujeres rurales que durante muchos años estuvieron invisibilisadas y relegadas a roles secundarios.
Actualmente, las mujeres campesinas son reconocidas por su doble labor, pues diariamente labran la tierra con amor y pujanza, para garantizar los alimentos de sus familias, cumpliendo un rol fundamental en la sustentabilidad de la tierra, la familia y el tejido social en sus territorios.
Desde el 2014 en los municipios de Girón, Betulia, Zapatoca y San Vicente de Chucurí (Santander), se desarrolla la estrategia de Monitoreo Climático Participativo (MCP) desde el enfoque de Ciencia Ciudadana, en la que participan cerca de 47 mujeres rurales que se han convertido en co- investigadoras locales sobre el estudio de caso, en el área de influencia de la Central Hidroeléctrica Sogamoso.
Por medio de la estrategia de MCP, estas mujeres participan de manera activa y comprometida en el análisis y registro de datos climáticos, con los que reconocen los beneficios que pueden obtener mediante el registro de las variables climáticas (temperatura, humedad y precipitaciones), para mejorar y garantizar la calidad de sus cultivos atendiendo a las dinámicas productivas de acuerdo a las condiciones climáticas presentadas en las zonas que habitan a través del tiempo.
Los aportes que realizan estas mujeres a sus territorios desde la ciencia y la igualdad de género son vitales para alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible, siendo ellas quienes reconocen las condiciones del clima cambiante para sus sistemas de producción agrícola haciendo frente a tres desafíos interrelacionados: aumentar la productividad y los ingresos agrícolas de manera sostenible, y a incrementar la resiliencia ante los efectos del cambio climático.
La agricultura climáticamente inteligente puede facilitar la transición a una agricultura y unos sistemas alimentarios que sean más productivos, más sostenibles y más respetuosos con el clima, identificando los sistemas de producción que son adecuados para la adaptación y, en la medida de lo posible, la mitigación.