Óscar Rodríguez: el campo como una segunda oportunidad de vida

Pese a nacer en Bogotá, Óscar Rodríguez tiene muy poco de citadino. Haciendo un recorrido por su memoria son escasos los recuerdos que tiene de la ciudad, pues desde los tres años sus padres lo llevaron a vivir al campo en diferentes zonas de Cundinamarca. Un tiempo en La Calera, un tiempo en Chocontá y un tiempo en Pacho, de donde es su familia y donde se encuentra la finca de su abuelo. De esas fincas sí que tiene recuerdos.

De finca en finca y de pueblo en pueblo, fue aprendiendo labores de agricultura, se fue enamorando de la vida rural y, de hecho, encontró su gran pasión: los animales. Así estudió Medicina Veterinaria e hizo una especialización en Transferencia de embriones y reproducción animal.

Desde entonces, en lo que fueron sus primeros años de vida profesional, se dedicó a asesorar ganaderos de todo el país, revisando a los animales, dejando formulación, vacunando, ateniendo urgencias, entre otros procesos.

Trabajó así durante muchos años, hasta que tuvo un percance de salud. De la noche a la mañana, sin síntomas ni señales, fue diagnosticado con cáncer. “Lo descubrieron porque estando en mi casa me desmayé, algo muy extraño porque he sido muy sano, entonces me llevaron a Chía al hospital. Tenía todos los exámenes de sangre bien, pero me hicieron un TAC y descubrieron un tumor en el cerebro”, afirmó Óscar.

Así fue como, hace siete años, Óscar tuvo que someterse a una intervención quirúrgica, no solo muy delicada, sino también con un proceso de recuperación complejo. De hecho, después de la cirugía estuvo ocho días en coma inducido y al despertar tuvo que enfrentarse a una parálisis en la mitad derecha de su cuerpo. En ese instante solo pensó: “claro, como tengo medio lado bueno, puedo levantarme y moverme”, pero no, definitivamente no pudo valerse por sí mismo, “es increíble pero el cuerpo es perfecto completo”, aseguró.

Con 42 años, tuvo que dejar de trabajar y estar ocho meses en silla de ruedas, terapias físicas, radioterapias y hasta tuvo que pasar por una recuperación de sus cuerdas bucales, que también se vieron afectadas. “Yo tuve que renunciar a todo, mi esposa fue la que se echó el hogar al hombro. Cuando hablo de esto siempre le agradezco, primeramente, a Dios, pero, además, sé que le debo la vida a dos mujeres: a mi mamá que me tuvo y me crio, pero a mi esposa por todo lo que hizo por mí. Se me acabará la vida y no tendré cómo agradecerle”.

Tras su recuperación pudo volver a trabajar, pero el esfuerzo físico era el doble. Pues si bien recuperó la movilidad de su cuerpo, quedaron secuelas que hoy en día lo acompañan, pero por las que sigue trabajando y asistiendo a terapia. Su tobillo quedó con una lesión, algo que puede mejorar en cualquier momento, apenas su cuerpo tenga una conexión nerviosa; mientras tanto, suele cojear un poco. Lo que dificulta sus labores.

“Mi trabajo antes de enfermarme consistía en irme a las tres de la madrugada para San Gil, llegaba a las nueve de la mañana, trabajaba hasta la una o dos de la tarde, empacaba y regresaba. Al otro día era lo mismo, pero en otro lugar: Boyacá, Llanos, Dorada, Guasca, etc.”. Tan solo manejar de Tocancipá, donde vive actualmente, a cualquier otro lado significaba un desgaste; por lo que siempre tuvo la esperanza de encontrar un trabajo diferente.

Hace cuatro años recibió una llamada de Genaro, uno de los clientes de las fincas que visitaba antes, y quien, de hecho, estuvo pendiente de su recuperación. Él le preguntó cómo se sentía y tras escuchar que Óscar ya podía moverse, aunque no como antes, no dudo en invitarlo a su oficina en Bogotá para hablar. Óscar se movilizó a la ciudad y se encontró con lo que había estado buscando por meses.

Genaro le propuso administrar su finca, inicialmente por medio tiempo, mientras se iba recuperando. Trabajó así por seis u ocho meses, les fue muy bien trabajando juntos, se entendieron y mantenían una buena relación, por lo que empezó a trabajar tiempo completo.

En 2023, Óscar cumple cinco años en la finca Monte Carlo, un predio de la familia Calle, allí está pendiente del tema reproductivo, sanitario, veterinario de ovinos y bovinos, labores de la granja y todo lo relacionado con la administración.

Monte Carlo es una finca ubicada entre los municipios de Guasca y La Calera, en el departamento de Cundinamarca, comparte páramo con el Parque Nacional Natural Chingaza, cuenta con 400 fanegadas de tierra de las cuales el 50% están en conservación, que es la parte del páramo principalmente, la otra mitad es para la producción.

“La familia Calle siempre ha estado interesada en cuidar el medio ambiente, sobre todo en una zona como esta, de páramo, ya que son la fuente principal de agua. Ellos siempre han tenido presente esa responsabilidad social que tienen como finqueros, por eso respetan las zonas que están en monte, las quebradas y el páramo, de hecho, se han aumentado estás zonas de conservación para hacer siembras y restaurar algunos potreros”, agregó Óscar.

Este proyecto lleva más de 30 años y Óscar hace parte de él hace 15, primero como asesor veterinario. Desde que conoció la finca, no solo ha sido testigo de cómo la familia le imparte esa cultura de cuidado por el bosque a los trabajadores, sino que también ha evidenciado el resultado de ese proceso.

“Cuando yo empecé acá, era muy escaso ver fauna, por ejemplo. Ahora, encontramos venados, que se amañan mucho con las vacas o con las ovejas, hemos visto osos andinos, diversidad de aves que antes no se veían e incluso nuevas especies de flora. Esto demuestra que sí ha funcionado el área de conservación y paisajísticamente cambia la finca, ya no se ven potreros solos, sino que se ven aves, árboles, fauna, quebradas y todo eso embellece”, afirmó.

Actualmente, la finca tiene tres frentes de trabajo, por un lado, está la ganadería con cría de ganado angus; por otro lado, la cría de ovejas enfocada a la producción de carne; y finalmente, una granja orgánica certificada nacional e internacionalmente.

Por otra parte, gracias al área de conservación que tienen, la finca se encuentra vinculada a las implementaciones de Agua por el futuro, un proyecto de The Nature Conservancy, financiado por CocaCola Femsa y ejecutado por Fundación Natura, que implementa acciones de conservación e incentivos en doce predios ubicados en los municipios de Villapinzón, Chocontá, Tausa, Guasca, La Calera (Cundinamarca) y la localidad de Usme (Bogotá).

En este caso ha sido posible realizar la siembra y mantenimiento de casi 6.000 árboles nativos para ampliar la cobertura vegetal del bosque que se encuentra en la parte alta del predio, con 5.000 árboles durante 2021 y 870 en 2022; también, se ha hecho entrega de escurridores para vegetales, recubrimientos de pisos, mejoramiento de vivero y se entregó una malla graduada para aislar los ovinos del área de conservación.

Al día de hoy, la llegada de Óscar ha traído múltiples beneficios para el predio: ha venido fortaleciendo el área de conservación y luchado con la erradicación del retamo espinoso, ya que es una especie invasora de origen europeo que se encuentra por esa zona y se propaga desmedidamente; afectando el crecimiento de especies nativas y, por ende, los servicios ecosistémicos que se prestan.

Además, a nivel productivo los cambios también son notorios. “Por ejemplo, en cuanto a bovinos, cuando yo llegué la finca estaba destetando terneros de diez meses con 210 kilos de peso. A hoy, tenemos terneros de siete meses con 250 kilos. Eso gracias a la mejora de las praderas, al mejoramiento genético que he venido desarrollando y otras buenas prácticas que hemos fortalecido”, aseguró.

Se podría decir que su reto, al tomar la administración de la finca, fue la granja; pues, aunque sabía de agricultura, por lo aprendido en la finca de su abuelo y de sus padres, este proceso es orgánico, necesita otras metodologías y manejos que ha ido aprendiendo y mejorando. De hecho, se encuentra en la búsqueda de tener un banco de semillas de especies nativas, para volver a consumir los productos que se solían dar en la región y que ahora son tan escasos.

Óscar tiene 48 años, vive con su esposa y sus dos hijos, ha dedico su vida al campo y pese a las dificultades que ha enfrentado, es un ser humano trabajador, honrado y admirable. Por eso queremos resaltar el trabajo que realiza a diario, su esfuerzo por encontrar un equilibrio entre la conservación y la producción, su participación con los acuerdos de conservación vinculados a Agua por el futuro y su disponibilidad y calidad humana para contarnos su experiencia desde la valentía y la fortaleza.

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