Puede que el 2020 tenga menos deforestación, pero más incendios forestales ¿Continuará la degradación de los ecosistemas?

Francisco Torres Romero
Ingeniero Forestal
[email protected]

Para 2018 se registró una disminución del 10 por ciento en la pérdida de bosque, con un total de 197.159 hectáreas deforestadas. Aunque de 2019 y lo corrido de 2020 no tenemos datos finales, con los esfuerzos institucionales anunciados esperamos que la tendencia de la deforestación se mantenga a la baja, por el bien del país. Pero para 2020, el tema de los incendios forestales no pinta nada bien. De acuerdo a los últimos datos, en tan solo una cuarta parte de 2020 ya se ha incendiado más del 53% de todas las áreas quemadas a lo largo del 2019.

Semana sostenible, que ha estado cubriendo en detalle este tema, informó que más de 53.000 hectáreas de vegetación se han perdido este año en 2.968 incendios, que se habían registrado en todo el país hasta el 31 de marzo1. Mientras que para todo el 2019 se registraron más de 7.000 incendios que afectaron cerca de 100.000 hectáreas de bosque.

Una de las principales causas directas de la degradación forestal y la pérdida de biodiversidad en Colombia son los incendios[2]. En contraste a su alto impacto en los ecosistemas en Colombia, estos han sido pobremente estudiados y gestionados.

Los incendios de la cobertura vegetal tienen efectos sobre los componentes: físico, biótico y social, causando deterioro ambiental, degradando y transformando los ecosistemas al afectar su estructura, dinámicas, interrelaciones y procesos; especialmente, cuando los incendios no forman parte del desarrollo evolutivo natural de los ecosistemas[3].

Por otra parte aunque por la pandemia se han disminuido bastante las emisiones, en muchas ciudades como en Bogotá, los incendios forestales no han dejado mejorar la calidad del aire y diferentes regiones del país han tenido que convivir durante meses con altos niveles de contaminación causada por incendios como los de la Amazonía, Cúcuta y Santa Marta, poniendo en riesgo la salud de millones de personas, lo que ha prendido las alarmas debido a la afectación que esto puede ocasionar en las personas que están más expuestas a problemas respiratorios, haciéndolos más susceptibles al coronavirus.

Fallas de coordinación y de competencias

También se ha observado que muchos de los grandes incendios permanecen activos por varios días o semanas, como los registrados en la Sierra Nevada o el de Vichada, que solo después de 14 días los bomberos lograron liquidar[4]. Esto evidencia que en el país no le estamos dando la debida atención a este delicado asunto.

Por una parte tenemos que el 80% de los cuerpos voluntarios de bomberos del país no tienen apoyo de las alcaldías, pese a que Ley 1575 de agosto de 2012, “Ley general de bomberos de Colombia”, le ordena a los mandatarios a garantizar este servicio público esencial. Lo cual está causando que los cuerpos de bomberos no puedan ser tan eficientes como quisieran, debido a que, muchas veces no cuentan con los vehículos de transporte apropiados y cuando los tienen no hay recursos para el combustible. Tampoco cuentan con el personal suficientemente entrenado y con experiencia, los equipos de protección personal y apoyo para atender oportunamente estos eventos, razón por la cual se vuelven un grupo de hombres y mujeres con buena voluntad, que quieren servir, pero sin los recursos técnicos que les brinda la maquinaria, el equipo y los vehículos adecuados[5].

Por otra parte, el país ya cuenta con la Ley 1523 de 2012, “Ley de gestión de riesgo de desastres”, en la que se reconoce los incendios forestales como parte de los fenómenos amenazantes socionaturales derivados y asociados con los agentes meteorológicos extremos.

Si bien, esta ley permitió corregir, en parte, el arreglo institucional para la gestión del riesgo por incendios forestales, también generó fallas de coordinación y definición de competencias, como lo describe el Ingeniero Carlos Torres Becerra ex subdirector del IDIGER[6], según el cual ha causado fragmentación de las políticas públicas en cuanto a lo que se pensó y lo que efectivamente se logró, esto se refleja en la continua ocurrencia de incendios y las dificultades para atenderlos oportunamente. Las acciones muchas veces son aisladas o desconectadas, con bajo impacto territorial y dependientes de la visión centralista, lo que dificulta la rápida toma de decisiones. En muchos municipios no hay quién desarrolle la gestión integral del riesgo de incendios, mientras que en los que cuentan con personal tienen problemas de recursos. También se tienen problemas de información, lo que dificulta más la coordinación, teniendo ineficiencias que generan perdida de capacidades.

Como vemos, si bien el país cuenta con legislación e instituciones responsables para atender los incendios forestales, en este momento debe ser prioridad del Ministerio de Ambiente y las corporaciones autónomas, liderar a todas las partes interesadas, tanto a nivel nacional como regional, para tratar de superar estas fallas de coordinación, asignar los recursos necesarios, mejorar la comunicación y toma de decisiones, vincular, capacitar, entrenar y dotar debidamente un número suficiente de cuadrillas de bomberos distribuidas en todo el territorio, entre otros aspectos, para así avanzar en lograr una gestión eficiente de este riesgo.

Si por un lado nos enfocamos con toda la institucionalidad y recursos, solo a lograr disminuir la deforestación, pero por el otro se aumentan los incendios forestales al final del día, se continuará con la degradación de los ecosistemas y las graves afectaciones a la salud de las personas.

El doloroso panorama registrado en Australia en la temporada reciente de sucesión de inmensos incendios forestales 2019-2020, que quemaron un estimado de más de 10 millones de hectáreas en gran parte del territorio, destruyendo más de 2.500 edificios y quitaron la vida de 26 personas y aproximadamente unos mil millones de animales, nos tiene que servir

como referente de lo que puede ocurrir más adelante con los cambios climáticos que se estiman en aumento de temperaturas y sequias extremas, en una buena parte del territorio nacional.

Similar a lo ocurrido con el coronavirus, ya somos conscientes del alto riesgo que representan los incendios forestales, por lo tanto no debemos esperar a que ocurra la catástrofe para empezar a actuar cuando podemos prevenir y estar preparados para gestionar este riego.

 


[1] https://sostenibilidad.semana.com/actualidad/articulo/mas-de-53000-hectareas-han-sido-afectadas-por-incendios-en-2020/49708

[2] Armenteras, D., González, T., Meza, M., Ramírez-Delgado, J.P., Cabrera, E., Galindo, G. y Yepes, A. (Eds). (2018). Causas de Degradación Forestal en Colombia: una primera aproximación. Bogotá D.C.: Universidad Nacional de Colombia Sede Bogotá, Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales de Colombia-IDEAM, Programa ONU-REDD. 105 pág.

[3] Parra, A. y Bernal, F. (2011). Introducción a la Ecología del Fuego. En: Parra Lara, A (Editor), Incendios de la cobertura Vegetal en Colombia. Cali, Colombia: Universidad Autónoma de Occidente. 232 p.

[4] https://sostenibilidad.semana.com/medio-ambiente/articulo/luego-de-14-dias-bomberos-liquidaron-incendio-en-vichada/49662

[5] https://sostenibilidad.semana.com/impacto/articulo/alcaldes-verdugos-de-los-bomberos/49482

[6] Torres, C. (2014). Fallas de coordinación y de definición de competencias que inciden en la gestión del riesgo por incendio forestal en Colombia. Revista de la Procuraduría: Rostros Y Rastros Nº 11: enero – Junio De 2014.

 

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