Siembras de Fundación Natura apoyan reproducción de seis especies de árboles nativos amenazadas por la extinción

Con la plantación de robles, pinos colombianos, molinillos y plateros en las reservas Cachalú, situada en Santander, y en El Silencio, de El Retiro (Antioquia), no sólo se impulsa la restauración ecológica, también se apoya la recuperación de las poblaciones de estas plantas afectadas por la deforestación.

Por: Lucy Hernández Olmos, jefe de Siembras /Fundación Natura

BOGOTÁ, NOVIEMBRE 4 DE 2016Seis especies de árboles nativos categorizadas como ‘amenazadas’ en el Libro Rojo de Plantas de Colombia, diagnóstico que se produce porque han sido fuertemente explotadas por la calidad de su madera, tradicionalmente utilizada para la construcción, la carpintería y la ebanistería, y que han sido víctimas constantes del tráfico ilegal de madera, están recibiendo una segunda oportunidad para seguir sobreviviendo y alejarse la extinción.

Y esto se produce porque decenas de sus ejemplares están siendo sembrados en zonas protegidas a perpetuidad de la Fundación Natura, más exactamente en las reservas biológicas  Cachalú, situada en Santander, y El Silencio, ubicada en El Retiro (Antioquia).

Se trata del roble (Quercus humboldtii), el roble negro (Colombobalanus excelsa), el pino romerón o pino colombiano (Retrophyllum rospigliosii) y (Podocarpus oleifolius), el molinillo o guanábano de monte (Magnolia hernandezii) y el conocido como platero (Magnolia virolinensis).

El roble y el roble negro pertenecen a la familia Fagaceae y son de distribución  casi exclusiva para Colombia. El  Quercus humboldtii (reportado también en el Darién panameño), ha sido perseguido no sólo para la construcción, sino para fabricar toneles en los que se almacenan bebidas alcohólicas; y su tala ocurre a pesar de que tiene veda de aprovechamiento en todo el territorio colombiano y por tiempo indefinido.

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                     La madera de ‘Quercus humboldtii’ se usa para fabricar toneles.

Las podocarpáceas, donde se clasifican los pinos colombianos, constituyen una familia de plantas que pertenecen al grupo de las coníferas, al igual que los cipreses y las araucarias. En el país hay seis especies, agrupadas en tres géneros, distribuidas su mayor parte en la región Andina, aunque también se han reportado en algunos bosques subandinos, en la Sierra Nevada de Santa Marta, en el valle medio del río Magdalena, la costa Pacífica y la Serranía del Darién. Y son importantes porque producen madera fina, usada principalmente para ebanistería.

De las seis especies, conocidas popularmente como chaquiros o romerones, cuatro se encuentran amenazadas en la categoría ‘Vulnerable’ (entre ellas Podocarpus oleifolius). Hay una ‘Casi Amenazada’ (Retrophyllum rospigliosii) y la otra se ubica en la categoría de ‘Datos Insuficientes’.

Frente a las magnolias, que han sido usadas históricamente como madera de aserrío y como madera rolliza para carpintería, ebanistería, vigas y pisos, se sabe que viven en bosques húmedos y muy húmedos, desde el nivel del mar hasta los 3.000 metros de altura, esto es sobre la franja andina y subandina, y en el Chocó Biogeográfico (entre la frontera con Panamá y Cauca). Para esta planta se han reportado 33 especies, 32 de las cuales están amenazadas. Por ejemplo,  M. hernandenzii está ‘En Peligro’ y M. virolinensis en ‘En Peligro Crítico’.

Otra especie encontrada en una de nuestras reservas, pero que aún no reproducimos en nuestros viveros, es la Magnolia argyrotricha, categorizada igualmente como ‘En Peligro’.

Las siembras se hacen anualmente y durante jornadas que implican desplazamientos por zonas donde el acceso en vehículos no es posible.

Por ejemplo, solo para llegar a la reserva Cachalú es necesario caminar durante al menos una hora y 30 minutos desde el sector denominado San Rafael, en el municipio de Encino. De otro lado, El Silencio, a pesar de tener acceso carreteable, este  no es adecuado para vehículos grandes, por lo que hay que subir las plantas y otros materiales en mulas y caballos.

También hay que tener en cuenta que las siembras se deben hacer en épocas propicias para lograr el éxito de la siembra y los mantenimientos realizados, y esas temporadas coinciden cuando hay más lluvias y las vías están en peor estado.

Con este esfuerzo, Fundación Natura no sólo apoya las poblaciones de la especies, que se enfrentan a una deforestación que arrasó en el 2015 con 124 mil 035 hectáreas de bosques en todo el territorio y que sólo en Antioquia (donde está la reserva El Silencio) acabó con 15.888 hectáreas, convirtiendo a este último departamento en el segundo más afectado del país por este atentado ambiental después de Caquetá, según lo explica el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam).

Las siembras también permiten la restauración ecológica de las reservas de la Fundación, porque tanto Cachalú como El Silencio afrontaron procesos degradantes por ganadería extensiva y plantaciones de pino. Incluso, sus terrenos fueron usados para extraer materiales para urbanizar.

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         Molinillo o guanábano de monte (Magnolia hernandezii), categorizado ‘En Peligro’.

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