Fundación Natura realizó el análisis crítico de las materias primas usadas en 20 oficios artesanales y la investigación socioambiental en torno a la cestería en esparto, la tejeduría en caña flecha y la tejeduría en wérregue. Se evidenciaron problemas ambientales y sociales como: deficiencias en las estrategias de manejo sostenible, la lucha de los artesanos por mantener su producción en medio de ingresos mínimos, la migración de los jóvenes a la ciudad y el desplazamiento.
BOGOTÁ, JULIO 23 DEL 2017. Las prácticas culturales de muchas comunidades en el país se adaptan a la actividad artesanal, generando una forma de vida que se involucra en aspectos sociales, ambientales y económicos, pues los oficios artesanales están asociados a saberes específicos en cada uno de estas dimensiones.
Las dinámicas que se crean asociadas a los procesos artesanales son muchas y muy variadas, algunas se ven fuertemente afectadas por influencias externas, como por ejemplo: el mercado, el turismo, la disponibilidad de materias primas y de mano de obra, las tendencias de la moda e, incluso, hasta por el clima, entre muchas otras.
Es en este punto en el que se hace importante ver la producción artesanal de forma integral, combinando el estudio de todos estos temas, con el fin entender los contextos más amplios que afectan este sector económico.
Es por esto que, a través de una alianza interinstitucional, desarrollamos el proyecto ‘Saberes, Significados y Mercados. Análisis Crítico sobre la Transformación en el Oficio Artesanal en Colombia’. Este es liderado por Fundación Erigaie, de la mano de Fundación Natura, Fundación Tropenbos, Fundación Estudios Sociales y Ambientales, Fundación Sendero y Memoria y Fundación Grupo Conservar; con el apoyo de Colciencias y Artesanías de Colombia.
En este proyecto se identifican y analizan los motores de cambio de 20 oficios artesanales a lo largo del país. En Fundación Natura nos encargamos de realizar el análisis de las materias primas y la investigación de tres oficios artesanales: cestería en esparto, tejeduría en caña flecha y tejeduría en wérregue.
Con respecto a las materias primas podemos resaltar que, en general, en los oficios artesanales la mayoría de fibras usadas son fibras vegetales, algunas cultivadas, pero muchas de origen silvestre; e incluso, provenientes de especies de flora nativa de nuestro país. Razón por la cual el deterioro, la fragmentación y la desaparición de los ecosistemas naturales pueden llegar a poner en riesgo el abastecimiento de estos materiales indispensables para la elaboración de muchas artesanías.
Como resultado del análisis de materias primas, vemos que la interrelación entre el estado de los ecosistemas y el abastecimiento de fibras, semillas o tintes naturales se empezó a tener en cuenta hace tres décadas aproximadamente, incorporando el tema parcialmente en proyectos realizados por diferentes instituciones, lo cual ha permitido tener mejoras en el manejo sostenible de algunas de las materias primas investigadas.
En algunos casos se hicieron protocolos de aprovechamiento sostenible, planes de manejo y hasta herramientas de corte específicas para el aprovechamiento de las fibras, lo que sin duda son importantes avances.
Sin embargo, se evidencia la necesidad de afianzar prácticas sostenibles en el sector artesanal, pues en muchos de los trabajos realizados hace falta el acompañamiento a la comunidad artesanal para que incorpore las prácticas de manejo sostenible en su cotidianidad.
Mala repartición de ingresos
En cuanto a los tres oficios artesanales en los que Fundación Natura lideró la investigación, los resultados evidenciaron que en el resguardo indígena Zenú (Córdoba y Sucre), donde se hace la tejeduría en caña flecha con la que se produce el emblemático sombrero vueltiao y otra gran variedad de artesanías, se presenta una muy mala repartición de ingresos.
El pago que reciben muchas de las personas que participan en la cadena productiva de estas artesanías es mínimo, en especial para los trenzadores de la fibra. En la producción de la caña flecha, de una u otra manera, se involucran cultivadores y recolectores, trenzadores, costureros y comerciantes; todos estos deberían tener un pago justo por su trabajo, por lo cual se deben promover prácticas de repartición justa de ingresos, lo que además de hacer que reciban un mejor pago también fomenta que la población valore más su trabajo y aumente el interés por perpetuarlo de generación en generación.
Nuevas generaciones descuidan la cestería de esparto
Por su parte, la cestería en esparto que se desarrolla en Cerinza (Boyacá), se ve afectada principalmente por los problemas de comercialización que se ven reflejados en la baja progresiva, año a año, de sus ventas.
También por el abandono del campo, ya que es una zona del país en la que cada año disminuye su población, pues cada vez más gente se muda a ciudades como Duitama, Tunja y Bogotá.
A esto se suma la falta de interés en aprender el oficio por parte de las nuevas generaciones, con expectativas de vida que los alejan de Cerinza, de la tejeduría del esparto y del campo en general.
Además, los recolectores de la fibra son un grupo muy desarticulado, lo cual no permite mejorar el abastecimiento de materia prima y limita la implementación de prácticas de manejo sostenible.
Es de resaltar que según la más reciente legislación sobre páramos y las restricciones de uso de estos ecosistemas, vemos que el aprovechamiento de productos no maderables del bosque, tal como lo es el esparto, que es una especie nativa y silvestre recolectada en los páramos de Boyacá, puede llegar a ser una alternativa económica y de uso sostenible para algunos sectores del departamento.
Mujeres sostienen tejidos de wérregue
En lo que tiene que ver con la tejeduría en wérregue, que tradicionalmente se hace en el Bajo San Juan (Chocó y Valle del Cauca) por comunidades de la etnia Wonaan, varios miembros de estas diferentes comunidades fueron desplazados a Bogotá como consecuencia del conflicto armado del país.
Se asentaron en Ciudad Bolivar, donde trabajan en la conformación de su cabildo indígena. Algunos de los que llegaron a la capital, con el tiempo, consiguieron distintos trabajos en construcción o vigilancia; sin embargo, muchas de las mujeres continuaron tejiendo wérregue y algunos de los hombres se dedicaron a comercializarlo.
Existen alrededor de 15 familias que se dedican al trabajo artesanal con el wérregue, cada familia cuenta con varios miembros, en algunas solo hay 2 o 3 mujeres tejedoras, pero en otras puede haber hasta 10.
En todos los casos esta actividad les permite conseguir los ingresos económicos para su subsistencia y además se ha convertido en una forma de mantener muchas de sus prácticas culturales, a pesar del desplazamiento.