27 niños y niñas entre los 7 y los 12 años de edad, que viven en el barrio El Regalo en la localidad de Bosa en Bogotá, participaron en un proceso de creación de huertas en las terrazas de sus casas. Esta iniciativa es liderada por Ana Inés Vásquez, presidenta de la Junta de Acción Comunal e integrante de la Red Nacional Interétnica de defensoras del medio ambiente, proyecto liderado por la Fundación Natura con el apoyo del Fondo Noruego de Derechos Humanos.
Dicho proyecto busca el encuentro de mujeres que, al igual que Ana, se han convertido en gestoras de cambios culturales, especialmente en la transformación de la relación entre las comunidades y su entorno natural, el cuidado del ambiente y la restauración. Esta red la conforman 35 mujeres de 29 municipios del país, que realizan acciones de recuperación de la memoria en el territorio, pedagogía ambiental, siembra de árboles e incidencia en política pública.
En este caso, Ana descubrió en la construcción de huertas urbanas en las terrazas del barrio, una alternativa al aburrimiento que experimentan los niños y las niñas en el marco del confinamiento por la pandemia del COVID-19. “Soy mamá y pienso que hay que cuidar a nuestras nuevas generaciones, procurar que se alimenten sanamente y consuman alimentos sembrados por La familia para su sustento”, afirmó.
De acuerdo con UNICEF, los niños y las niñas son una población especialmente vulnerable en el contexto de la pandemia debido a afectaciones psicosociales, ya que enfrentan riesgos por el cierre de las instituciones educativas, lo que limita sus posibilidades de socialización y acceso a programas de alimentación escolar; por otro lado se incrementan los riegos al interior de las familias por negligencia, abandono, violencia, explotación, lo que repercute en su salud física, mental y emocional.
En este contexto, iniciativas como las de Ana cobran gran relevancia en beneficio de los y las menores. Tomó más de un mes organizar esta iniciativa en donde aprendieron todo sobre huertas, desde la transformación de residuos, la generación de abono y compostaje, la construcción de semilleros, la siembra, el cuidado diario de las plantas y la elaboración de deliciosos platos aprovechando la cosecha.
“Donde muchos ven basura, veo un conjunto de nutrientes para aplicar a la agricultura urbana y volver a sembrar para obtener alimentos. Esto puede ayudar a cosechar plantas frescas que ayudan en la alimentación e incluso en la economía de las familias”, aseguró Ana.
Uno de los resultados que dejó este proceso fue la realización de la actividad “Regálate un plato natural”, donde invitaron a la comunidad a saborear preparaciones como: soufflé de zanahorias, tortilla española, ensaladas, pizza de champiñones, arepas de choclo, vinagreta de remolacha y de mango, todo elaborado por ellos y ellas, con el acompañamiento de sus acudientes.
Previo a la actividad, realizaron videos sobre: las huertas, la preparación de sus platos y alinearon el discurso hacia: “la seguridad alimentaria es un mercado emergente”, “el mal uso de los alimentos es tirar el planeta a la basura” y “cuanto más sembremos, más tendremos qué disfrutar y degustar”. Ese día, Ana Inés junto los niños y las niñas, dieron una lección de amor por la naturaleza y demostraron que las huertas son una posibilidad real de seguridad alimentaria en un país que ha visto como suben las cifras de pobreza y desnutrición.
Pues según la encuesta “Pobreza y desigualdad”, realizada por el DANE, en Bogotá la pandemia del COVID-19 ha tenido graves repercusiones en la pobreza monetaria que aumentó del 12,9% y que para el 2019 afectaba a un poco más de tres millones de personas (3.357.585).
Bajo este panorama no queda más que crear conciencia sobre la importancia de la seguridad alimentaria de la población, apoyar estas iniciativas que transforman y cuidan la vida, aprender de experiencias como estas y replicarlas en otros lugares de la geografía nacional, pero, sobre todo, vincular a los más jóvenes en estos procesos y cultivar en ellos el cuidado por la naturaleza y la siembra de su propio alimento.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, las huertas caseras generan múltiples beneficios: mejoran la capacidad para enfrentar problemas por inseguridad alimentaria, nutrición, salud y seguridad económica, es una posibilidad de generar ingresos, aumenta la calidad de los alimentos, mayor diversidad de alimentos, mejora el medio ambiente por el reciclaje y utilización de desechos.