¿Cómo restaurar sin fallar en el intento?

Impulsar acciones coherentes, planeadas y no aisladas, entre las prioridades de los procesos que buscan recuperar zonas degradadas. La combinación de ciencia y participación social, otra de las claves. 

BOGOTÁ, 17 DE JULIO DEL 2017. Mejorar las condiciones de los ecosistemas degradados se ha convertido, en los últimos años, en un intento válido e indiscutible, en otra oportunidad que nos da el avance de la ciencia para rehabilitar el entorno golpeado por las actividades humanas. Restaurar es cada vez más un verbo conjugado en presente, dejó de ser una posibilidad para convertirse en una certeza. Nos da la oportunidad de compensar, de restituir lo que en algún momento significó la pesadumbre de talar un bosque, secar una quebrada, acabar sin remordimientos con un páramo. Es cada vez más un acto legítimo, científico y de contrición, en busca de recuperar la calidad de vida de los grupos humanos afectados por la degradación.

Pero más allá de querer, de tener la certeza de que puede ser el camino correcto, el reto es cómo lograrlo efectivamente, como restaurar sin fracasar en el intento. Este 18 de julio, en el salón Simón Bolívar del hotel El Atajo, de Yopal (Casanare), tendremos la oportunidad de discutirlo, de encontrar mejores alternativas precisamente analizando la recuperación de los paisajes de piedemonte y sabana, todo esto en un conversatorio que organizan Fundación Natura, Ecopetrol y la Fundación Horizonte Verde.

El tema genera muchas reflexiones. Una de ellas  es que recuperar los paisajes es importante porque todas las actividades que realizamos dependen de los ecosistemas que nos rodean. Por ejemplo, el agua nace en los bosques de piedemonte y cuidar las rondas de los ríos resulta clave porque son barreras contra las crecientes, corredores para la fauna y protección frente a la erosión. Y de paso, sombra. Basta ver cómo el ganado en tiempo de verano se ve favorecido por la protección de los árboles, que evitan que cientos de animales estén sometidos al calor directo de los rayos del sol y, debido a esto, enfrentados a la baja productividad en leche y carne.

Por eso, hay que decir que la restauración va más allá de sembrar árboles. Las actividades que implica deben ser coherentes con los recursos circundantes; de ahí que los sistemas silvopastoriles (áreas de potreros asociadas a árboles) sean una opción de recuperación en zonas de piedemonte sometidas a procesos de deforestación para introducir ganado.

Una segunda idea clave es que la restauración no puede hacerse de manera genérica o siempre de la misma forma y sin  importar el ecosistema. Por ejemplo, restaurar un paisaje no es lo mismo que recuperar una finca. El primero involucra a muchos actores, la segunda requiere una intervención más local, de ahí que la rehabilitación de los servicios ambientales de un lugar deba tener en cuenta ambas escalas.

Una tercera reflexión: existen metas mundiales, nacionales, regionales y locales en restauración. Una de ellas es el Plan Nacional de Restauración Ecológica, Rehabilitación y Recuperación de Áreas Degradadas (PNR), que tiene como objetivo, a 20 años, orientar y promover procesos integrales de restauración ecológica que busquen  reponer las condiciones de muchas áreas ambientales de importancia como su estructura, su composición o sus funciones, y que incluyen intervenciones en la Amazonia y la Orinoquia. Será necesario entonces, en ese intento oficial, que cada esfuerzo sea articulado y no aislado, para formar corredores biológicos, unir bosques fraccionados o evitar las intervenciones únicas a las que no se les hace seguimiento.

Pero en medio de todo, hay un tema que resulta trascendental y es que la restauración debe involucrar a las  comunidades en las acciones y el seguimiento, para generar apropiación. Es la población, los dueños de la tierra o los productores los que muchas veces deben cambiar sus prácticas y su relación con los recursos naturales, pero son ellos mismos los que, generación tras generación, podrán sostener los procesos de recuperación natural a largo plazo y contagiar a otros grupos sociales para que intervengan en procesos similares en el futuro. Sabemos que la restauración exige conocimientos científicos cada vez más estrictos, pero, además, de construcción social.

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