Cuando Armando no está entre los bosques estudiando su crecimiento y producción de frutos y semillas, usualmente se encuentra en un vivero donde puede ver las pequeñas plantas que, en unos años, serán los nuevos bosques secos del departamento del Huila, alrededor de las montañas que forman las áreas de compensación de la hidroeléctrica El Quimbo. Allí, en su lugar de trabajo, puede ver, de primera mano, el fruto de su trabajo y de una vida dedicada al cuidado estos ecosistemas que popularmente conocemos como “pulmones” de nuestro planeta.
“Ver germinar y crecer nuestro sueño y nuestras plántulas en el vivero y en el campo, es saber que todo lo que se hace es un esfuerzo y un aporte que va a servir como referente nacional para la restauración ecológica del bosque seco tropical y para los otros ecosistemas”, resalta, convencido de que su trabajo es importante en la restauración ecológica del país.
De sus 61 años, Armando Villota ha dedicado 37 a su gran pasión: los árboles. Y ellos, a su vez, le han retribuido todo este tiempo de trabajo con la oportunidad de aplicar sus conocimientos en los variados tipos de bosques que existen en Colombia, ya sea bosques nativos, los cuales ha estudiado durante su amplia carrera, como esos que ya no lo son, o en los puntos donde el monte, inalterado por muchos años, empieza a desaparecer por culpa de las especies foráneas y la mano del hombre.
La experiencia le ha permitido, tanto desde el suelo como desde los doseles, conocer un país diverso en cuanto a naturaleza y gente, que afronta distintas problemáticas ambientales. Él sabe que la clave para encontrar soluciones a estos problemas está en la unión, tal como sucede en los bosques, en donde miles o incluso millones de seres conviven y trabajan juntos para mantener el ecosistema. Por eso, el interés de este experto en restauración va más allá de lo que su profesión tradicionalmente abarca, lo que lo ha llevado a involucrarse en proyectos que unan a distintos actores sociales bajo un único fin: devolver a los bosques colombianos su valor y cuidarlos con la importancia que merecen.
Desde hace seis años, Armando trabaja en el Programa de Restauración Ecológica del Bosque Seco Tropical de la Central Hidroeléctrica El Quimbo desarrollado por ENEL-Emgesa y la Fundación Natura. En este proyecto están involucrados diversos actores, desde ENEL-Emgesa compañía que maneja esta represa, que genera alrededor del 4% de la energía en el país; Fundación Natura, socio implementador; las comunidades que habitan el área de influencia, y la academia que apoya las actividades de investigación.
Para él, trabajar en este proyecto también representa un reto que se suma a los muchos que ha tenido en su vida personal y laboral. “Desde el inicio, he querido demostrar que con conocimiento, experiencia e investigación sí es posible restaurar un ecosistema tan degradado, limitante y en condiciones extremas de calor y sequía, como el bosque seco tropical y lograr la domesticación, propagación de las plantas nativas, con la participación de la comunidad local”, dice.
Villota salió de su natal San Pablo (Nariño) a Medellín (Antioquia). Allí, en la sede local de la Universidad Nacional, se graduó como Tecnólogo Forestal en 1983. Desde entonces, se ha dedicado a la dendrología y a la ecología, combinándolas para entender de manera precisa qué es lo que pasa en los bosques tropicales colombianos. Con todo este conocimiento, ha trabajado como experto en conservación y restauración a lo largo y ancho del país. En el Amazonas, estuvo cinco años en un proyecto que involucraba el estudio de las especies nativas y el desarrollo de plantaciones agroforestales para buscar un menor impacto de las actividades ganaderas en la parte colombiana de la selva más grande e importante del mundo. Luego, estudió a profundidad el bosque húmedo tropical en la costa pacífica, concretamente en la cuenca baja del Río San Juan.
Después, empezó a compaginar su labor investigativa y de restauración con la docencia. Durante 16 años fue asistente de docencia en el programa de Ingeniería Forestal de la Universidad Distrital. Y si bien empezó a vivir más lejos de los bosques cuando llegó a Bogotá hace 32 con su familia, siempre ha estado cerca de ellos. La academia abrió sus puertas a proyectos de restauración, pero también a otros temas de investigación. Fue en ese momento en el que Armando se interesó por la arboricultura en las ciudades, lo que lo llevaría a trabajar con el Jardín Botánico y la Secretaría de Ambiente de Bogotá en temas de arborización urbana.
Ha aplicado su experticia con los árboles en otros proyectos de Fundación Natura, como el Proyecto de Restauración Ecológica de Ecosistemas de Alta Montaña, en el que tuvo la oportunidad de trabajar con especies nativas del páramo en municipios de Cundinamarca. También ha podido trabajar de la mano de comunidades indígenas, en la propagación y restauración de morichales, una especie nativa del departamento de Vichada. Todo este conocimiento ha sido plasmado en un libro que Armando escribió.
De sus experiencias en la primera fase del proyecto en El Quimbo, ya tiene lista una publicación que, como él menciona, “busca validar una propuesta metodológica para la domesticación de plantas nativas con el objetivo de restaurar ecosistemas”. Una herramienta que, sin duda, será importante para que otros dendrólogos, ecólogos y biólogos, puedan aplicar su trabajo.
Al preguntarle por esos sueños que le faltan por cumplir, Armando responde con una sencillez que asombra, pero que también demuestra su profunda pasión por lo que hace. “Publicar mi segundo libro, porque el tercero ya viene en camino”. Será un trabajo sobre las fichas técnicas de domesticación de especies nativas en la cuenca alta del Magdalena. Y además de esto, manifiesta que ya ve cercano el tiempo de su retiro. “Después de los 65 años, descansar, disfrutar de la vida que me queda y compartir con las personas que lo deseen, mi experiencia profesional de vida”.
Pero, por el momento, durante los cuatro años que quedan para su retiro, quiere seguir trabajando por la restauración de los bosques nativos en el país. Para después, poder decir con orgullo que trabajó durante cuatro décadas por estos ecosistemas. Sin embargo, también admite que seguir viviendo entre los bosques, estudiándolos para protegerlos y devolverles su grandeza, es una posibilidad después de su previsto descanso. Tal vez ya no tenga la misma capacidad física que antes, pero algo que nunca desaparece de la mente humana es la curiosidad. Esa curiosidad que apasiona y que Luis Armando seguirá alimentando, como él dice, “al ritmo que me permita mi edad y mi salud”.