En el departamento del Huila, entre los municipios El Agrado, Garzón, Gigante, Paicol y Tesalia, se encuentra el área de restauración ecológica de bosque seco tropical más grande de Colombia, con 11.079 hectáreas, que forman parte del proyecto de compensaciones ambientales obligatorias por la construcción de la Central Hidroeléctrica El Quimbo, de la compañía de energía ENEL Colombia, el cual cuenta con la asesoría técnica de Fundación Natura.
Aunque esta iniciativa se articula con entidades gubernamentales, académicas y educativas, son las comunidades locales su mayor motor. Desde el primer momento, cuando el proyecto inició en 2014, las poblaciones en el territorio se interesaron en él; Carlos Hernán Orozco, es un ejemplo de ello: “Yo dejé la hoja de vida, como al mes me llamaron de Fundación Natura, hice la entrevista y, pues gracias a Dios, quedé. Ya voy para casi nueve años trabajando en el proyecto”.
Carlos tiene 29 años y fue criado entre ganado y fincas cacaoteras. Él es uno de los primeros participantes del plan de restauración que empezó con una fase piloto en 2014, y que luego, en 2018, entró en su etapa de implementación, la cual se desarrollará a lo largo de 20 años. Las etapas y metas van dirigidas hacía una restauración activa (asistida) y pasiva (no asistida) y la siembra de más de un millón de árboles de especies nativas de bosque seco tropical, uno de los ecosistemas más transformados en el país.
Y es que el proyecto ha ido creciendo paso a paso, según explica don Carlos: “Inicialmente éramos tres o cuatro personas que empezamos con la construcción del vivero principal, que está dentro del Centro de Investigación Attalea. Después llegaron los forestales, acompañados de biólogos, a hacer la caracterización y los censos de toda la zona. Luego vinieron los que se especializan en fauna. Ahí sí empezamos a hacer un seguimiento a los árboles, viendo cada cuánto crecen, qué plagas tienen, cómo se deben combatir, etc. Después fui transferido a la zona de seguridad, con un cargo que se llama vigía y actualmente estoy en implementación”.
Tanto Carlos, como la comunidad, han recibido todo tipo de capacitaciones. Ellos aprenden, por ejemplo, sobre el ciclo de vida de los ecosistemas y cómo cada ser vivo cumple una función importante para mantener el equilibrio natural; también sobre el manejo adecuado de fauna silvestre, especialmente con reptiles como las serpientes, ya que en otros escenarios serían sacrificadas; e incluso se han preparado en primeros auxilios en caso de algún incidente o emergencia.
En el Centro de Investigación, que es un espacio de aprendizaje sobre propagación de especies nativas y monitoreo de estrategias de restauración para bosque seco tropical, trabaja Sandra Milena Salinas, esposa de Carlos, quien junto al equipo de trabajo, conformado por personas procedentes de los municipios del área del proyecto, evidencian, aprenden y participan en las investigaciones biológicas que llevan a cabo el Instituto Humboldt y las universidades Surcolombiana, Nacional, Distrital y Cauca.
Para Carlos y Sandra despertar de lunes a viernes a las 4 de la mañana sabiendo que hay un lugar de trabajo al cual acudir, es algo por lo cual agradecen todos los días. “Estoy agradecido con Dios por el proyecto porque me ha dado la oportunidad de continuar. Hemos tenido un sustento para llevar para el hogar. He conocido demasiadas personas tanto a nivel nacional como internacional que trabajan con la fauna y el medio ambiente, y he aprendido mucho. Para mí ha sido muy bueno”.
De hecho, este proceso ambiental ha inspirado a la familia Orozco Salinas, ya que una de sus grandes metas, a mediano y largo plazo, es tener un vivero propio: “Nuestro sueño es tener una granja 100 por ciento orgánica para producir hortalizas, frutas, alimento para los animalitos, para comer sano y brindarle a la comunidad productos sin químicos, también para ayudar al ecosistema, pues al no utilizar químicos ni nada de eso, la naturaleza no se verá afectada”.
Sin embargo, no todo ha sido positivo. Carlos afirma que todavía hay personas que se resisten a adoptar estilos de vida más amigables con el medio ambiente. Por ejemplo, ingresan ganado a maltratar zonas protegidas: “Realmente es muy importante que la gente tome conciencia sobre este tema. Nosotros venimos de un pasado que nos enseñó a tomar beneficio de la naturaleza sin dar nada a cambio, a talar los árboles sin entender la importancia que tienen. Cuidar el medio ambiente es entender las consecuencias que trae consigo el dañar bosques, las fuentes hídricas… es una cuestión de aprender y escuchar, para así poder cambiar”.
Para eso, don Carlos sugiere que los talleres y las charlas, que tienen lugar en las zonas del proyecto, deben no solo intensificarse sino emplear otras metodologías. Esto puede ayudar a divulgar su valor y así sensibilizar a los más escépticos, y a todos aquellos que aún no han mostrado interés. La idea es demostrarles, con datos y argumentos, por qué el futuro de los bosques está interconectado con la subsistencia de todos los seres vivos.
“El bosque me gusta mucho, Dios lo hizo perfecto, por eso trabajo, para que no desaparezcan”: concluye Carlos con fe y esperanza.
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Por: Lorena González Linares