Para Clodomiro Gil Reina, viverista del proyecto de Compensaciones Ambientales Regional Andina, su día inicia a las 5:00 am con el ordeño de las vacas. Su finca San Antonio, ubicada en la vereda Montoya en el municipio de Ventaquemada (Boyacá) es su mayor tesoro, ya que es el lugar que lo hizo enamorarse del campo y donde nacieron sus aspiraciones por proteger el páramo y la vida que se alberga en él.
Para él, su relación con la naturaleza y su familia es inquebrantable, pues disfruta de la compañía de su esposa y sus cuatro hijos mientras toma su desayuno, observando a lo lejos las maravillas que le regala el paisaje, agradecido por la paz y la tranquilidad que respira allí, donde el calor de su familia y los bellos colores del páramo le brindan el abrigo y la energía que necesita para seguir cumpliendo sus labores del día.
La vida y sus experiencias en el campo lo han formado en todo lo relacionado con la agricultura, convirtiéndolo en un experto en el arte de trasplantar y con los años ha mejorado la técnica al momento de sacar las plantas del germinador y llevarlas a las bolsas.
Desde su vinculación al proyecto, se ha convertido en líder de los viveros en San José del Gacal, en donde realiza un recorrido para quitar la maleza, limpiar las plantas, tomar temperaturas, regar las plantas y reubicar a las que piden más luz.
Con esto ha aprendido nuevas técnicas, conceptos y se ha puesto retos. “En monitoreo y seguimiento de plantas no tenía mucho conocimiento, pero me ha llamado la atención y he aprendido”, explicó Clodomiro Gil.
Estos procesos de plantación y seguimiento también los realiza en el páramo de Rabanal, donde se está desarrollando un proceso de restauración ecológica de 80 hectáreas y otro de propagación de especies nativas en los viveros.
Con estas acciones de conservación, reforestación, restauración y otros procesos que se desarrollan en Boyacá, Cundinamarca, Santander, Antioquia, Valle del Cauca, Caldas, Risaralda, Nariño y Tolima, se pretende dar cumplimiento a las medidas de compensación ambiental y planes de inversión forzosa de no menos del 1%, establecidas por las autoridades ambientales o por los instrumentos de control ambiental.
En el caso de Boyacá, “la meta para el páramo de Rabanal es mejorar la conectividad ecológica para potencializarlo como un corredor biológico para cientos de especies entre aves, mamíferos y anfibios. Además, estamos trabajando en la restauración de coberturas altamente intervenidas en el pasado para el cultivo de papa. Por otra parte, mejorando la oferta ambiental del páramo, como lo es la provisión y regulación del recurso hídrico, se estarían beneficiando un millón de hectáreas, e incluso la ciudad de Tunja, ya que es el principal abastecedor del recurso hídrico”, afirmó Diego Gutiérrez, coordinador en el departamento.
Es por medio de sus acciones diarias, que Clodomiro se ha convertido en el protector de Rabanal y sabe que su trabajo es fundamental para el ecosistema, las personas y las especies que lo habitan. “Lo más difícil ha sido las condiciones climáticas, sobre todo en el último periodo del año, donde las temperaturas son más bajas y afectan el crecimiento de las plantas. En el vivero no hay tanto problema porque es cerrado, pero las que sembramos en el páramo tienen un crecimiento muy lento”, afirmó.
En esta “travesía”, como la llama él, en la que se moviliza de su casa a la parte más alta del páramo, 30 minutos en moto y 40 minutos más caminando, agradece a la vida por permitirle observar y cuidar las maravillas de su ecosistema.
Es por esto que en el marco del proyecto Compensaciones Ambientales de Fundación Natura y CENIT, se reconoce el amor y dedicación de Clodomiro y su familia por el cuidado, conservación y protección del páramo de Rabanal, además de su labor genuina por incentivar a la comunidad a hacer lo mismo, incluso desde antes de su vinculación con el proyecto.