Gracias por acompañarnos estos 22 años

Elsa Matilde Escobar
Directora Ejecutiva

Es muy emocionante estar aquí en este encuentro tan maravilloso con César, con mis compañeros de trabajo, con mi familia, mis amigos, mis colegas, mis jefes, tantas personas con las que he compartido durante 22 años al frente de la Fundacion Natura. Gracias por estar aquí. Mis emociones se atropellan por salir, la tristeza, aunque ya hice mi duelo y ya no lloro más, y también la alegría de la expectativa de comenzar una vida nueva, una vida que nunca he vivido, una vida llena de oportunidades, unas ganas inmensas de aprender cosas nuevas, de servir, de compartir.

Hace más de dos décadas, después de haber estado dos años en la Fundación en el cargo de Subdirectora y retirarme para irme al recién creado IDEAM donde estuve dos años y al mismo tiempo pertenecía a la Junta Directiva de la Fundación que se llevaba a cabo en unos inigualables desayunos en la casa de don Hernán Echavarría, uno de los fundadores, Luis Fernando Lloreda y Luis Guillermo Parra me invitaron a que fuera directora de la Fundación Natura. Era un trabajo difícil porque no era el mejor momento y teníamos que sacarla adelante, pero trabajando entre todos logramos tener hoy la organización ambiental colombiana más reconocida y referente en cuanto a las propuestas para el manejo de la biodiversidad y de los recursos naturales, así como ser líderes en encontrar soluciones a los problemas y las amenazas crecientes al ambiente. Gracias por haberme dado ese regalo. Gracias Luis Fernando porque siempre has sido un apoyo permanente para todas mis ideas y propuestas, en los momentos difíciles, pero también en los de gloria.

Ser una organización de la sociedad civil en Colombia no es fácil, y menos cuando no hay un reconocimiento del Estado, de los gobiernos y de la sociedad al gran aporte que ellas hacen, a la innovación, a las propuestas. Cada día parecería que se quiere acabar con las organizaciones nacionales y de hecho muchas de ellas, lastimosamente, han desaparecido y otras tantas luchan por sobrevivir en un ambiente hostil y sin ningún apoyo, solo la fortaleza que les da su convencimiento y amor por los recursos naturales, por las comunidades, por su país, las hace mantenerse.

21 años de cambios drásticos, en un país permanentemente cambiante, que nos ha hecho adaptarnos, repensarnos, reconstruirnos día a día reinventarnos, aventurarnos. En un país altamente complejo, gracias Julio por enseñarnos, en una sociedad compleja, en un mundo lleno de retos, mantener la transparencia, la solidaridad, la conciencia, la integridad y coherencia no es tarea fácil, pero lo hemos logrado.

Cuando muchas veces creíamos que se habían roto todas las esperanzas, buscamos lo posible, nos aventuramos, propusimos nuevos caminos, alternativas diferentes, trabajamos de la mano con muchas organizaciones y muchas personas para obtener resultados que generosamente hemos compartido con los que lo necesitan.

La lucha por lo nuestro, lo creado por nosotros, lo que proponemos, creer en nuestras capacidades, imaginarnos de acuerdo con nuestras necesidades, creer en lo nuestro ha sido una constante durante estos años y una lucha que en el país debemos mantener, somos muy valiosos, conocemos nuestro territorio, nuestra gente, nos adaptamos fácilmente a las necesidades exteriorizadas de las comunidades, por eso nuestra propuesta es lo local, nuestra propuesta es lo nacional.

Estos 22 años me han permitido conocer el país mejor que muchos otros colombianos por lo cual siempre estaré inmensamente agradecida, aprender de otras culturas, miles de bellos paisajes y gentes maravillosas; también conocer otros países, estar al tanto de otros y nuevos puntos de vista, experiencias, métodos y personas, todo esto me llevó a estar segura de que podemos cambiar realidades.

La Fundación ha sido una escuela para las nuevas generaciones, espacio de crecimiento personal para desarrollar sus expectativas de vida, nunca nos hemos cerrado a propuestas diferentes y descabelladas aparentemente, y valga decir aquí que muchas veces me tildaron de estar haciendo una proposición loca que finalmente se convirtió en una realidad interesante, que nos ayudó a entendernos en nuestro mundo, en nuestra cotidianidad, en los nuevos retos nacionales y mundiales, temas emergentes a los cuales abordamos sin miedo, pero sí con muchas expectativas y deseos de aprender, argumentos que nos ayudan a afianzarnos en nuestras convicciones, pero sobre todo a encontrar soluciones y a proponer como hacer las cosas “bien”. Siempre hemos estado atentos a recibir las propuestas de todos, no nos gusta parar ni empujar, sí valorar, creemos en todas las manifestaciones de la libertad, los que trabajan o han trabajado en la Fundación saben que han contado con toda la autonomía para crear y que la invitación a soñar es permanente.

Después de varios años de lucha, porque a veces han sido difíciles pero muchos más asombrosos, hemos pasado de la resistencia a la acción, nos preparamos permanentemente para una transición, palabra de moda, hacia el futuro, permanentemente estamos pensando en cómo debemos actuar, qué debemos proponer para afrontar la ruta que no lleve hasta el año 2030 de manera que le sirvamos a nuestros socios, a nuestras comunidades, a nuestro país.

No modificamos nuestra misión, cada vez entendemos más a profundidad lo que esta significa, cada vez reflexionamos acerca de lo que la biodiversidad significa que va mucho más allá de la palabra biodiversidad y de los discursos retóricos tan apetecidos en el exterior por nuestros gobernantes que se precian que somos el país más rico en ella, pero poco se hace por conservarla. Relacionamos la biodiversidad no solamente con la parte biótica, la integramos al territorio, valoramos los servicios ecosistémicos que proporciona, la incluimos en el arte, en nuestra posición ética ante la vida, somos ambientalistas en el amplio sentido de la palabra, somos ambientalistas y lo asumimos como una postura política que nos lleva a ser activistas por el respeto a las personas y a la naturaleza.

Es casi imposible referirme a todo lo que me ha dado la Fundación porque es como el crecimiento cuando estamos comenzando la vida, uno no se da cuenta de que subió un kilo o que alcanzó una altura que los padres iban marcando en una viga de la puerta, lo mismo pasa con mis 21 años en la Fundación, mi crecimiento ha sido enorme, no los 1.57 que alcanza mi estatura sino mi crecimiento en todos los sentidos; en todos estos años la fundación me llevó a un crecimiento personal que es difícil de manifestar en palabras ahora, me condujo a tener una visión diferente del mundo y del futuro, a preocuparme por la gente, por los bosques, por la creación de conciencia, por las familias y muy especialmente por las mujeres y su importancia en la defensa de la vida.

Anualmente presentamos indicadores del impacto ambiental y social de nuestra accionar, pero los indicadores de crecimiento personal no se pueden medir, eso sí les puedo asegurar que aumentan cada año, no solamente para mí sino para todos los que tenemos el privilegio de estar en la fundación y contar un equipo de trabajo como el que la integra, con unos compañeros únicos y así sea caer en lugares comunes, somos una familia, para mí han sido mi gran familia, la familia ampliada como dicen en el Chocó.

La Fundación me ha enseñado que el trabajo en ella es un compromiso de amor por la vida, que a veces es necesario adoptar líneas de fuga para reconstruirnos, hacer catarsis personal, pero esto me ha dado el derecho a cambiar o rechazar paradigmas, a construir realidades diferentes, me ha enseñado que los valores existen en las personas, pero también en los árboles y en todos los seres vivos, me ha enseñado a oír la voz del cosmos, como bellamente lo dijo alguien en la pasada Cumbre Ambiental, me ha dado el placer de admirar la naturaleza como una arquitectura de lo sagrado, a respetarla desde el corazón.

Podría quedarme horas y horas contándoles lo que significa la Fundación Natura para mí, pero sobre todo podría pasar días agradeciendo y nombrando a cada una de las personas que han jugado ese importante papal en este crecimiento del cual he hablado, los compañeros que están aún como Clara Solano, la buena noticia es que ella es, a partir del 1 de septiembre la nueva directora de la fundación natura, estoy segura de que todos los sueños que juntas hemos imaginado ella los volverá realidad.

A César mi compañero de vida, pero también mi compañero de aventuras, de gustos, de alegrías y dolores, compartimos los encuentros y desencuentros lo cual nos hace cada vez más fuertes para de todas maneras vivir y amar este país.

Podría nombrar a cada uno de las personas que me han acompañado desde el Consejo Directivo o inicialmente en lo que era la Junta Directiva, pero no tengo tanto tiempo, quisiera nombrar a todas las personas que han pasado por la fundación, que han trabajado conmigo, a todos los que me han dado la mano, a todos los que nos han ayudado a salir adelante, pero sobre todo a todas aquellas personas, organizaciones, empresas o instituciones que han creído y siguen creyendo en la fundación, pero para eso necesitaría muchos días. Gracias, muchas gracias, estoy segura de que su apoyo seguirá siendo igual.

No paro de decir que la Fundación Natura, no por mí, sino por más de 260 personas que en este momento la conforman y por todas aquellas que han pasado y aportado a su construcción, es un patrimonio de Colombia, el país debe reconocerlo.

Gracias, muchas gracias, gracias a la vida que me ha dado esta gran oportunidad, la Fundacion Natura es mi vida, es mi amor y lo seguirá siendo, así no esté permanentemente en ella siempre la llevaré en mi corazón, siempre estarán presente sus enseñanzas, me ayudarán en mi toma de decisiones, en el rumbo que le dé a mi vida, pero esto no es una despedida, porque la relación con cada uno de ustedes se mantendrán de la misma manera pero en distintas situaciones.

Espero que su cariño y amistad nunca me falte.

Como saben de mi pasión por los árboles, por los bosques, por la selva quiero en agradecimiento por estar hoy aquí en este generoso evento, leerles este bello poema de Gabriela mistral

Árbol hermano, que clavado
por garfios pardos en el suelo,
la clara frente has elevado
en una intensa sed de cielo;

hazme piadoso hacia la escoria
de cuyos limos me mantengo,
sin que se duerma la memoria
del país azul de dónde vengo.

Árbol que anuncias al viandante
la suavidad de tu presencia
con tu amplia sombra refrescante
y con el nimbo de tu esencia:

haz que revele mi presencia,
en las praderas de la vida,
mi suave y cálida influencia
de criatura bendecida.

Árbol diez veces productor:
el de la poma sonrosada,
el del madero constructor,
el de la brisa perfumada,
el del follaje amparador;

el de las gomas suavizantes
y las resinas milagrosas,
pleno de brazos agobiantes
y de gargantas melodiosas:

hazme en el dar un opulento
¡para igualarte en lo fecundo,
el corazón y el pensamiento
se me hagan vastos como el mundo!

Y todas las actividades
no lleguen nunca a fatigarme:
¡las magnas prodigalidades
salgan de mí sin agotarme!

Árbol donde es tan sosegada
la pulsación del existir,
y ves mis fuerzas la agitada
fiebre del mundo consumir:

hazme sereno, hazme sereno,
de la viril serenidad
que dio a los mármoles helenos
su soplo de divinidad.

Árbol que no eres otra cosa
que dulce entraña de mujer,
pues cada rama mece airosa
en cada leve nido un ser:

dame un follaje vasto y denso,
tanto como han de precisar
los que, en el bosque humano, inmenso,
rama no hallaron para hogar.

Árbol que donde quiera aliente
tu cuerpo lleno de vigor,
levantarás eternamente
el mismo gesto amparador:

haz que a través de todo estado
(niñez, vejez, placer, dolor)
levante mi alma un invariado
y universal gesto de amor!

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