Johana Rodríguez, una joven agradecida con el campo y apasionada por el viverismo

Luis Roberto Rodríguez nació y creció en Guasca (Cundinamarca), ha estado toda la vida involucrado con el campo en labores de ganadería, cultivos de papa, zanahoria y flores. Fue precisamente en ese último donde conoció Ana Hilde Cabeza, una mujer nacida en Bogotá, dedicada la floricultura y con quien después formarían una familia.

Sus hijos, Leidy Johana y Víctor Alfonso, nacieron en Sopó (Cundinamarca), pero crecieron en Guasca, ya que desde pequeños, sus padres decidieron volver por temas laborales. Esto les permitió llegar a una casa rural familiar donde vivieron una infancia en compañía de sus abuelos, tíos y primos.

Fue ahí donde empezaron a acercarse mucho más a las labores de campo. En el caso de Johana, cada viernes, al llegar de estudiar, dedicaba sus tardes a hacer todas las tareas pendientes, de esta forma tendría sábados y domingos libres para las actividades de la finca y los cultivos.

“Mi familia me enseñó a trabajar y valorar el campo, y aunque a veces vemos que en los pueblos o ciudades se presentan oportunidades, sabemos que si el campo no se trabaja, nadie produce y no hay alimentos. Amo mucho este lugar y nunca me iría de acá, porque es donde uno crece con tranquilidad, salud y uno mismo es el que le da valor a este sitio”, afirmó Johana Rodríguez, Auxiliar de vivero del convenio EPM – Fundación Natura.

Estudió primaria y bachillerato en el Colegio Domingo Savio, donde aprendió sobre organización de eventos, recreación y turismo, y gracias a ello pudo continuar con un proyecto que inició su hermano en el mismo colegio. “Una iniciativa de turismo de naturaleza en la finca de mi abuelo en donde proponíamos desarrollar varias actividades. Logramos hacer prácticas e implementar zona de glamping y caminatas. Al final no se dieron más las cosas y cerramos”, aseguró.

La finca en la que creció queda en Guasca, entre la Reserva Biológica Encenillo y la Reserva Jikuri, en donde compartió con sus abuelos y jugó con su hermano. Antes de que existiera la Reserva Biológica Encenillo, gran parte del terreno era potrero y donde está ubicada la cabaña se conocía como “La Pala”.

“Lo que antes era potrero, ahora es solo bosque. El cambio se ha notado mucho y fue un gran impacto para la comunidad, ya que la mayoría vive de ganadería y cultivos, ese cambio fue fuerte porque muchos de los potreros se dejaron para conservación y restauración. Al inicio la comunidad no entendía el cambio y los beneficios que traería, y los comprendo, porque en el campo necesitamos ingresos y tierra para alimentarnos, pero, por otro lado, sé que tenemos que cuidar la naturaleza y así pensar en nuestro futuro”.

Johana se graduó del colegio en 2015 y un año más tarde empezó a trabajar en rutas escolares como monitora. Sin embargo, al ver que los ingresos no eran suficientes, empezó a trabajar con la camioneta de su padre como conductora. Esto lo alternó con visitas guiadas que hacía en la Reserva Encenillo, lo que le permitió conocer más ese bosque, identificar el ecosistema de bosque alto andino, observar diferentes especies de fauna y flora, y llegar a replicar algunas prácticas de restauración en la finca de sus abuelos.

Apoyando visitas guiadas en la Reserva y manejando la camioneta para algunos desplazamientos de los profesionales del convenio de EPM y Fundación Natura, que estaba iniciando, pudo conocer a Oriana Serrano, Jefe de proyecto, y Nancy Vargas, Subdirectora técnica de la Fundación; quienes la invitaron a participar de la convocatoria como auxiliar de vivero.

“Cuando me salió la oportunidad de trabajar acá, presenté mi entrevista y esa misma tarde me estaban llamando para firmar contrato. Llegué durante los inicios del vivero, porque en ese momento estaba solo la estructura con los germinadores montados, pero no teníamos sustrato y el tema para su preparación tardó un poco. Empezamos a propagar material en unas canastillas, a germinar semillas, sembrar y colectar ciertos datos, por ejemplo, de dónde viene la semilla, los nombres científicos y comunes de las especies nativas que encontrábamos”.

En este proceso fue clave el acompañamiento de personas como Óscar Silva, Jefe de vivero, quien la asesoró en su llegada en diferentes temas. “Aunque entré novata, he tenido el apoyo del equipo y de cada persona he ido aprendiendo. Todos me han aportado para tener el conocimiento que tengo hoy en día”, precisó.

Óscar, Oriana, Jessica, Camila y otras personas del convenio EPM – Fundación Natura, han hecho parte del proceso y el crecimiento que ha tenido Johana en estos seis años que lleva vinculada a la Fundación. Sin embargo, su perseverancia, curiosidad, autonomía y amor por el campo la han llevado a asumir nuevos retos, buscando nuevas estrategias o replicando diferentes métodos para tratar las semillas.

“He tenido muchas experiencias de investigación en el vivero, una de ellas es la del frailejón. Hicimos varias pruebas de propagación con Jessica Cañón, Residente de vivero. Al principio geminamos frailejón en algodón con hormona en unas cajas de petri. Sí germinaba, pero al momento de sacarlos la raíz se pegaba al algodón y a veces sufría cuando se trasplantaba. Después intentamos en cajas de galletas con más espacio para crecer, pero se ponía verde por la humedad y la raíz también se afectaba; luego sembramos en turba de coco con sustrato mojado, sembramos mil semillas en una bandeja sellada pero tampoco funcionó. Al final tomamos unas semillas y las pusimos en el germinador de prueba con sustrato normal y nos ha germinado mucho mejor, tuvimos un 80% de éxito”.

Los procesos en los viveros son de prueba y error, requieren experimentar y ser creativo. La germinación del frailejón aún sigue en investigación para evaluar en qué tipo de sustrato funciona mejor y a qué condiciones responde. Mientras tanto, Johana sigue acompañando estos procesos de investigación y otros relacionados con el beneficio de semillas, trasplante de plántulas, embolsado, preparación de sustrato, traslado y organización de material, fertilización, riego y apoyo en el mantenimiento, seguimiento y monitoreo del material vegetal. También ha apoyado y aprendido de manejo de los datos resultado de los distintos procesos de viverismo.

Estos años de experiencia le han permitido ser pieza clave en el convenio EPM – Fundación Natura, ya que el vivero se ha ido consolidando como un lugar de investigación e intercambio de conocimientos y una de las fases más importantes del proceso de restauración ecológica que se llevan a cabo en las compensaciones ambientales del proyecto de trasmisión de energía eléctrica Nueva Esperanza.

Resaltamos la labor de jóvenes como Johana, quien con 26 años se ha convertido un ejemplo y una guía para la comunidad, sus compañeros y los investigadores que visitan el vivero con interés en conocer más sobre las actividades y prácticas que se gestan allí, sobre el proceso de restauración ecológica y la propagación de especies nativas de páramo, bosque andino y alto andino.

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