Madres agricultoras: un reconocimiento a las mujeres que monitorean el clima en Santander

Carol y Orfidia son dos de las mujeres que participan en el proyecto de monitoreo climático participativo, liderado por ISAGEN y Fundación Natura, en el área de influencia de la Central Hidroeléctrica Sogamoso en Santander. Ellas nos cuentan cómo han integrado en su día a día esta labor, en medio de su rol de mujeres y madres.

Carol Tatiana Gómez tiene 28 años. Es ama de casa y arregla las uñas y corta el pelo a domicilio, en las fincas cercanas a su hogar. Ella hace el seguimiento a los registros de la cantidad de lluvia que cae, en compañía de uno de sus hijos: “El monitoreo lo realizamos mi hijo mayor, que tiene siete años, y yo. Él me ayuda con el pluviómetro, mira cuánto ha caído de agua y me recuerda anotar la cifra”, cuenta. Esta actividad es una de las formas en las que Carol y su esposo inculcan en su hijo el amor por las labores del campo. Así, mientras ella le “enseña sobre el monitoreo climático, su esposo lo involucra en la recogida de cacao”, dice.

Junto con su familia, conformada por su esposo, David, y dos hijos, Carol participa en el Proyecto de Monitoreo Climático Participativo, el cual busca fortalecer a las familias cacaoteras que viven en la zona de influencia de la Central Hidroeléctrica Sogamoso, de Isagen, en el registro de datos de precipitación, humedad y temperatura, necesarios para entender el comportamiento climático del lugar. Esta información no solo es útil para la toma de decisiones sobre medidas de adaptación al cambio climático o la generación de conocimiento para la modelación del clima, sino para mejorar los cultivos de cacao, que son base de la economía familiar.

Carol y David crecieron en veredas y municipios diferentes. Ella en El Chanchón, en San Vicente de Chucurí, y él en La Plazuela, en   Zapatoca, y se “conocieron modernamente”, cuando se contactaron por Facebook. “Ahí nos enamoramos, nos ennoviamos y después de dos años nos fuimos a vivir juntos cuando quedamos embarazados”, dice Carol, quien después de terminar el bachillerato, cursó seis semestres de ingeniería ambiental, en Bucaramanga, pero al quedar embarazada, decidió darle prioridad a su maternidad.

A los siete años llegó su segundo hijo, que actualmente tiene un año de edad. Carol dice que: “La vida me cambió al quedar embarazada. Al convertirse en madre la vida cambia, pasa a otro nivel. Lo más bonito de ser madre es cuidarlos, apoyarlos, verlos crecer todos los días, saber que están bien. Yo me siento muy feliz porque es una nueva experiencia que tiene sacrificios, pero gracias a Dios tengo un hogar estable y nos ha ido bien”.

Hacia el futuro, Carol espera que su familia continúe unida y mejor de lo que están, “trabajando y aprovechando la finca, que nos la dejó la mamá de David y fue un gran apoyo”, y destaca que seguirá, así como lo hicieron sus padres, animando a sus dos hijos a amar el campo pues “el campo es lo mejor”.

Orfidia Díaz Solano también es protagonista del monitoreo climático participativo. Con cerca de 50 años de edad, lleva siete años tomando datos de temperatura, humedad y lluvias en La Plazuela, en donde sobresale por su liderazgo, trabajar por la comunidad e impulsar distintas iniciativas en pro del bienestar de todos. “Siempre me ha preocupado que todos se beneficien como comunidad, que se hagan las cosas que hacen falta. En la escuela logramos con la asociación de padres de familia construir el kiosko y el salón de informática, y ahora a través de un convenio solidario estamos construyendo la cancha de microfútbol”, afirma.

Por su liderazgo, Orfidia participa desde hace varios años en la asociación de padres y en el consejo directivo de la escuela y desde hace ocho es la presidenta de la junta de acción comunal de la vereda. Su familia está conformada por su esposo, con quien lleva 23 años de casada, y tienen tres hijos: dos hijos mayores, Fabio y Cristián, y una hija menor, Lorena, a quienes describe como “juiciosos y dedicados al hogar” y cuyo amor por el campo y su tierra “lo llevan en la sangre”.

A esta región, Orfidia llegó a los tres meses de edad, según le cuenta su madre. Dice: “He cambiado de casa, pero siempre he estado aquí. Aquí nacieron y criaron mis hijos, también estudiaron y han hecho todas las labores del campo, entonces ese amor por el campo lo llevan en la sangre. Además, ellos nos han visto luchando para que las cosas se vean cada vez mejor, que los cultivos estén cada día más bonitos, que los animales también estén bien cuidados”. Para ella, este amor de sus hijos por el campo se refleja en las opciones de vida que los tres eligieron. “Fabio, el mayor, siempre ha estado pegado a la finca, cuida a los animales; Cristian está a punto de graduarse de agronomía; y Lorena va en cuarto semestre de trabajo social, por lo que el amor y el bienestar de los demás también lo lleva en las venas, al igual que su mamá”. Aunque sus hijos “adoran estar en la finca”, Orfidia espera que los tres hagan su propio camino, que ejerzan en lo que se prepararon y, “¿por qué no?, que algún día tenga su hogar, sus hijos”.

Sobre su futuro, Orfidia afirma que, aunque a veces le “gustaría cambiar de ambiente” se siente “muy apegada” al territorio. “Toda la vida he vivido acá. A veces miro para otros lados y siento que no me hallo, siento que como que aquí está lo mío”. Sus expectativas en relación con el Proyecto de Monitoreo Climático Participativo, dice, “es que nos sigan apoyando porque uno siempre necesita que esté alguien ahí, mirando si las cosas se están haciendo, porque uno va aprendiendo, pero siempre hay cambios y uno necesita saber si está bien”.

Carol y Orfidia son ejemplo del rol de las mujeres en el monitoreo del clima en Santander. En 2022, como respuesta a las consideraciones de la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales – ANLA, Isagen y Fundación Natura decidieron ampliar por cinco años más este proceso. De esta manera se espera seguir contribuyendo a fortalecer la capacidad local instalada en la comprensión de las dinámicas climáticas y su relación con los cultivos de cacao.

 

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