Magdalena, un río de grandes oportunidades

Elsa Matilde Escobar

¿Por qué es tan importante el proyecto para el Manejo Sostenible y Conservación de la Biodiversidad Acuática en la cuenca Magdalena – Cauca?

Para nadie es un secreto que el río MAGDALENA es nuestro afluente más preciado, pero también a medida que pasa el tiempo ha sido el foco de un sin número de daños y modificaciones en la calidad del agua y sus ecosistemas. El cambio en su cobertura vegetal va por el 77%, de los cuáles el 42% se produjo en las tres últimas décadas; mismo tiempo en el que la pesca, actividad productiva número uno de la cuenca y de la que viven 45 mil personas, ha caído en más del 85% desde los años 70´s.

La pesca, en su mayoría de tipo artesanal, constituye la principal fuente de subsistencia, es la base de la seguridad alimentaria de los ribereños y les genera importantes ingresos económicos. Por lo que este tema constituye una de las columnas fundamentales de este proyecto, con actividades como el monitoreo de especies claves y la búsqueda de alternativas de comercialización sostenibles.

El transporte de sedimentos al bajo Magdalena se incrementó 33% en los últimos diez años y la erosión alcanza el 78% del área total, como ha sido expresado por expertos en el tema ya sea en libros o eventos organizados por Foro Nacional Ambiental.

La cuenca del Magdalena-Cauca, comprende 19 departamentos y setecientos veinticuatro municipios, representando el 24% de la superficie del territorio nacional. Allí viven cerca del 80% de la población total de Colombia, se produce 80% del PIB, 70% de la energía hidráulica, 95% de la termoelectricidad y 70% de la producción agrícola, incluyendo 90% del café y 50% de la pesca de agua dulce.

Es posible decir que hasta hace poco tiempo e incluso aún, el país le ha dado la espalda al Magdalena. El drástico deterioro del suelo se debe, principalmente, a la actividad agrícola y a los asentamientos humanos, todos desarrollados de una manera insostenible; Sin embargo, la causa principal del alarmante proceso de deforestación por el que pasa la cuenca, indudablemente ha sido la ganadería altamente ineficiente, seguido por el drenaje de los humedales, la erosión de las cordilleras y el deterioro de los páramos, además de la construcción de infraestructura y minería.

A la fuerte presión de la actividad humana sobre los recursos naturales se suma su vulnerabilidad al clima cambiante, lo cual se evidenció con los fenómenos extremos de la niña y del niño, que según los pronósticos, crecerán año a año afectando de forma directa la disponibilidad del agua en la zona.

Sin embargo las problemáticas de esta cuenca e incluso sus oportunidades, deben ser entendidas de una forma más compleja e integral, teniendo claro que los servicios ecosistémicos que se prestan allí, inciden en la economía del país y en la calidad de vida de sus habitantes.

La mayoría de los proyectos que se llevan a cabo en Magdalena-Cauca, no tienen en cuenta o no analizan a profundidad los graves impactos que podrían generar a largo plazo y como consecuencia presenta un grave deterioro, con problemas sobre la producción y abastecimiento de agua, tanto para las poblaciones como para las industrias.

En el foro “Magdalena, río de grandes oportunidades”, que se llevó a cabo el pasado martes 7 de noviembre, se analizaron tres temas claves que serán de vital importancia para este proyecto: creación de áreas de conservación regionales y locales, entender la hidrología de este afluente para así poder pensar en un río saludable con el caudal ecológico necesario; y por último, conservación y monitoreo de la biodiversidad para el bienestar de las comunidades a lo largo del río.

Si bien, este foro no ser llevó a cabo para solucionar de manera inmediata las compleja situación del río, aportó de manera real, tangible y medible, al mejoramiento de algunos de estos temas que se pusieron sobre la mesa. Por ejemplo las entidades pudieron explicar los procesos que llevan a cabo en la cuenca, sus avances y algunos temas en los que deben mejorar. Además se destacó la importancia de integrar al gobierno, la academia, la comunidad científica, industria y la comunidad en un solo fin: mejorar las condiciones del río.

Pero sobretodo se destacó la importancia de potencializar y reivindicar un territorio importante para el posconflicto en tiempos de paz, ya que esta Macrocuenca, Magdalena-Cauca, también está llamada a ser uno de los ejes articuladores de la paz y la reconciliación, más específicamente en 5 áreas seleccionadas bajo criterios estrictos y estudios previos.

Este es indudablemente un proyecto de país y por lo que todos, seamos parte del mundo ambiental o no, deberíamos comprometernos y vincularnos con esta iniciativa, con el fin de impactar de manera positiva en el futuro de esta cuenca y por lo tanto, de todo el país. Pero sobretodo actuar y buscar acciones coherentes, porque nada hacemos si por un lado tratamos de llevar a cabo tareas para su recuperación y por el otro se dictan políticas y direcciones que van a afectar la salud del río.

Son muchas las alianzas que necesitamos, además de las ya establecidas, para dar los primeros pasos hacia unos ecosistemas sanos, una actividad productiva sostenible y unas comunidades que hayan alcanzado su digno bienestar. Por eso hago un llamado a toda la sociedad: a las universidades, a nuestros socios, a otros aliados naturales y a BIBO, a crear el observatorio de sostenibilidad del Río Magdalena. Necesitamos hacer un seguimiento riguroso y sistemático a las acciones que pueden ir en contra del bienestar del río, así como identificar y replicar aquellas que favorecen su integridad.

No quiero terminar, sin antes recordar este bello aparte de la obra literaria “El amor en los tiempos del Cólera”, citado por Manuel Rodríguez en el libro ¿Para dónde va el Río Magdalena?.

De El amor en los tiempos del cólera
“Navegaban muy despacio por un río sin orillas que se dispersaba entre playones áridos hasta el horizonte. Pero al contrario de las aguas turbias de la desembocadura, aquellas eran lentas y diáfanas, y tenían un resplandor de metal bajo el sol despiadado. Fermina Daza tuvo la impresión de que era un delta poblado de islas de arena. —Es lo poco que nos va quedando del río –le dijo el capitán.

Florentino Ariza, en efecto, estaba sorprendido de los cambios, y lo estaría más al día siguiente, cuando la navegación se hizo más difícil, y se dio cuenta de que el río padre de la Magdalena, uno de los grandes del mundo, era solo una ilusión de la memoria. El capitán Samaritano les explicó cómo la deforestación irracional había acabado con el río en cincuenta años: las calderas de los buques habían devorado la selva enmarañada de árboles colosales que Florentino Ariza sintió como una opresión en su primer viaje. Fermina Daza no vería los animales de sus sueños: los cazadores de pieles de las tenerías de Nueva Orleans habían exterminado los caimanes que se hacían los muertos con las fauces abiertas durante horas y horas en los barrancos de la orilla para sorprender a las mariposas, los loros con sus algarabías y los micos con sus gritos de locos se habían ido muriendo a medida que se les acababan las frondas, los manatíes de grandes tetas de madres que amamantaban a sus crías y lloraban con voces de mujer desolada en los playones eran una especie extinguida por las balas blindadas de los cazadores de placer”.

Incluso la literatura exalta la belleza de esta cuenca, hagamos de este un propósito país y volteemos a ver al Magdalena, como un río de Grandes Oportunidades.

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