¿Puede ser la agricultura sostenible una solución a la degradación de los ecosistemas y el cambio climático?

En 2025, el Día Mundial de la Diversidad Biológica dirige la atención a la relación entre Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y los Objetivos y Metas del Marco Mundial para la Diversidad Biológica de Kunming-Montreal (KMGBF), estas agendas universales son fundamentales para alcanzar la visión del vivir en armonía con la naturaleza, recordándonos que sin naturaleza no hay desarrollo sostenible.  

En ese sentido, los esfuerzos de las naciones, las organizaciones e instituciones, deben mirar hacia un mismo objetivo: proteger la biodiversidad. Razón por la cual, Fundación Natura trabaja para que los procesos que diseña e implementa aporten a estos propósitos mundiales.  

Un ejemplo es el Monitoreo climático participativo con ISAGEN, que busca aportar conocimientos, capacidades y acompañamiento a cafeteros y cacaoteros de San Vicente de Chucurí, Betulia, Zapatoca y Girón (Santander), para que puedan tomar decisiones informadas de sus cultivos. Además, los capacita para el registro de la temperatura, humedad relativa y precipitaciones, para adaptar sus prácticas agrícolas y el manejo de sus fincas, anticipándose a eventos climáticos y reduciendo riesgos.  

Andrés Rueda, Jefe del proyecto, explica los aportes del Monitoreo climático participativo, la relación con la conservación de la biodiversidad y la importancia de contar con medidas que detengan su pérdida.  

¿Cómo se relacionan la pérdida de biodiversidad y el cambio climático? 

La pérdida de biodiversidad y el cambio climático están profundamente conectados y uno agrava al otro. Por un lado, el cambio climático acelera la extinción de especies, como los polinizadores sensibles a temperaturas extremas; por otro, la disminución de biodiversidad reduce la capacidad de los ecosistemas para mitigar el clima, como sucede cuando la deforestación limita la captura de CO2.  

Un impacto crítico ocurre en los servicios ecosistémicos, pues los bosques y agroecosistemas biodiversos regulan el agua, protegen los suelos y sustentan la producción agrícola. Por ejemplo, la pérdida de aves e insectos que controlan plagas aumenta la dependencia de agroquímicos, cuyas emisiones intensifican el calentamiento global. Además, los ecosistemas degradados son más vulnerables a sequías e inundaciones, exacerbando los riesgos para comunidades campesinas. 

La solución radica en romper con el modelo de monocultivos (que homogenizan el paisaje y reducen resiliencia) y adoptar sistemas multifuncionales, como la agroforestería. Cultivos diversificados (café o cacao bajo sombra de árboles nativos) no solo almacenan más carbono, sino que mantienen hábitats para especies clave. En zonas cacaoteras, esto significa menor necesidad de riego en épocas secas gracias a la retención hídrica del suelo, y menor incidencia de enfermedades por el equilibrio biológico. 

¿Cómo la pérdida de diversidad genética limita la adaptación al cambio climático? 

La diversidad genética dentro de las especies es un «seguro» frente a cambios ambientales, cuanto mayor sea la variabilidad, mayores serán las probabilidades de que algunos individuos posean rasgos que les permitan sobrevivir a nuevas condiciones. Sin embargo, su pérdida por monocultivos, deforestación o sustitución de variedades locales genera tres riesgos claves para la adaptación climática: 

1) Reducción de resiliencia: las poblaciones genéticamente uniformes, como el café o cacao de solo una variedad, son más vulnerables a estrés térmico, plagas o sequías. Si ningún individuo tiene genes tolerantes, toda la cosecha puede colapsar.  

2) Pérdida de adaptaciones locales: las variedades nativas suelen tener genes seleccionados por siglos para resistir condiciones específicas de su territorio. Reemplazarlas con cultivos comerciales elimina ese conocimiento evolutivo.  

3) Limitación para mejoramiento genético futuro: los bancos de genes y las variedades tradicionales son la materia prima para desarrollar cultivos resistentes. Sin ellos, se depende de transgénicos o insumos costosos, inaccesibles para pequeños productores.  

¿Cuál es el papel clave de la agricultura sostenible en la protección de la biodiversidad y la mitigación del cambio climático? 

La agricultura sostenible y las prácticas responsables de uso del suelo emergen como soluciones fundamentales para abordar simultáneamente la crisis climática y la pérdida de biodiversidad. Estos sistemas agroforestales, como el cacao y el café en el área de estudio, generan beneficios ecológicos clave mediante dos mecanismos interconectados. 

Por un lado, captación de carbono y regulación climática. Ya que los sistemas agroforestales, los cultivos de cobertura y la labranza mínima incrementan la capacidad de los suelos para almacenar carbono. Por otro lado, la conservación de la biodiversidad funcional, los paisajes agrícolas diversificados mantienen hasta un 60% más de especies que los monocultivos.  

Cuando la agricultura trabaja con y no contra la naturaleza, se convierte en nuestra aliada más poderosa para enfrentar estos desafíos. Su implementación a escala contribuye con las metas climáticas del Acuerdo de París, demostrando que producción y conservación no son objetivos contradictorios. 

¿Cuáles acciones se realizan en el Monitoreo climático participativo, que abordan la pérdida de biodiversidad y el cambio climático? 

El Monitoreo climático participativo se ha convertido en una herramienta fundamental para que las comunidades rurales de Santander enfrenten simultáneamente el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. En territorios cafeteros y cacaoteros, estas acciones combinan saberes tradicionales con metodologías científicas para generar respuestas adaptativas. 

En el proyecto se implementan parcelas de monitoreo, donde se comparan variedades tradicionales con materiales mejorados bajo diferentes condiciones climáticas. Los ingenieros agrónomos miden variables como resistencia a sequías, incidencia de plagas y productividad, generando datos valiosos sobre qué materiales genéticos son más resistentes. 

Los calendarios ecológicos participativos son otra apuesta que en algún momento hemos realizado, donde las comunidades registran eventos fenológicos (floración, cosechas) junto a indicadores climáticos, detectando cambios en los ciclos de los cultivos. Estas acciones, al empoderar a los productores como científicos ciudadanos, generan soluciones locales a problemas globales, demostrando que la adaptación climática efectiva requiere tanto de datos precisos como de saberes territoriales. 

¿Cómo se involucran las comunidades del proyecto en la apropiación de conceptos como biodiversidad y cambio climático? 

Hemos desarrollado un modelo de apropiación del conocimiento que transforma conceptos científicos en herramientas prácticas para las comunidades. La metodología se basa en dos pilares: primero,  el diálogo de saberes mediante talleres de monitores, en los que implementamos ejercicios vivenciales donde los agricultores comparan las mediciones de variables como temperatura, humedad e incidencia de plagas entre sus fincas. Esto permite visualizar cómo los cultivos son regulados por el clima local y regional, y cómo se comportan en diferentes zonas del área de estudio.  

Segundo, a través de herramientas de monitoreo comunitario adaptadas, hemos creado registros meteorológicos y una base de datos, donde las familias anotan eventos como floración del café y cacao, asociándolos con datos climáticos. Estos ejercicios, combinados con pluviómetros manuales, ayudan a entender cambios estacionales y su impacto en la biodiversidad local.  

Los resultados muestran que las 90 familias participantes ahora relacionan sus cultivos con las condiciones climáticas y un porcentaje considerable ha adoptado al menos una práctica de manejo activa. La clave ha sido presentar el Monitoreo comunitario no como concepto abstracto, sino como «seguro climático» para sus medios de vida. Este proceso demuestra que la apropiación efectiva ocurre cuando el conocimiento se enraíza en prácticas cotidianas y cuando las comunidades se convierten en generadoras -no solo receptoras- de información sobre sus ecosistemas. 

De esta forma, Andrés Rueda, resalta el rol de la agricultura sostenible como una solución viable para la degradación de los ecosistemas y el cambio climático. Sin embargo, su éxito depende de la apropiación del conocimiento por parte de las comunidades, la integración de saberes tradicionales y científicos, y la implementación de prácticas que conserven la biodiversidad. Así, no solo asegura la sostenibilidad de los sistemas agrícolas, sino que también contribuye a la visión de vivir en armonía con la naturaleza, demostrando que producción y conservación no son procesos contradictorios. 

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