El empoderamiento femenino en la ruralidad

Cada 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer para homenajear la lucha de las mujeres en la reivindicación de sus derechos y la constitución de una sociedad equitativa y sin violencia.  

De todas las mujeres a las que es necesario resaltar por su dedicación, fortaleza y constancia, hoy queremos centrarnos en aquellas que viven en la ruralidad, trabajan en el campo, protegen la soberanía alimentaria, aportan a generar acciones resilientes ante la variación climática y dedican todo su cuidado, conocimientos y tiempo, a la tierra. 

Yuli, Aleida y Gloria, son agriculturas del departamento de Santander y hacen parte del proceso de monitoreo climático participativo, una iniciativa de ISAGEN y Fundación Natura, que involucra a las familias rurales en el conocimiento sobre el microclima de la región, a través del monitoreo diario, el análisis de datos y el intercambio de conocimientos.  

Yuli Andrea Garrido vive con sus abuelos y su hija, en la vereda Santa Helena, en el municipio de San Vicente de Chucurí. Un lugar que le ha permitido aprender de las labores del campo y del hogar, las que comparte con su abuela y su hija. “Realizamos actividades en los cultivos, hacemos controles fitosanitarios, cuidamos de los galpones de pollos y de los cerdos”, afirmó.  

Ella lidera la mayoría de estos procesos en su finca, está pendiente del monitoreo climático, de los oficios de la casa y apoya en el cultivo de cacao. 

Por su parte, Luz Aleida Gómez, una enamorada del campo, a pesar de haber nacido y crecido en el pueblo, reconoce lo rural como una gran oportunidad para crecer, para aprender y para soñar, así algunas personas piensen que es imposible.   

“Aunque uno quisiera tener más beneficios, porque el campo es un trabajo duro, igual me parece que la mejor vida que tenemos es aquí, porque uno puede producir los alimentos, sembrar y cosechar. Por ejemplo, nosotros que somos cacaocultores y cafeteros, y disfrutamos sembrando las maticas, viéndolas crecer y recogiendo los frutos, esos frutos luego uno los procesa. En el caso del cacao, yo hago chocolate casero, tenemos café y hacemos mucílago de café”, aseguró Aleida. 

La finca también cuenta con procesos de apicultura, un trabajo que brinda recursos económicos y aporta a la biodiversidad de la región. Otro factor que la hace enamorarse del campo, pues le encanta la conexión que puede tener con la naturaleza, lo gratificante que llega a ser respirar aire puro y lo importante que es esa labor para la seguridad alimentaria.  

El aporte de mujeres como Aleida a las familias rurales, al medio ambiente, la comunidad y la soberanía alimentaria, es indispensable, pues cuenta con los consejos de sus padres y abuelos, que le enseñaron a sembrar, le indicaron en qué meses hacerlo, cómo cosechar y cómo replicar el conocimiento con las generaciones venideras.  

“Sería bueno que los hijos y nietos de uno no olviden eso, porque hoy en día vemos que la mayoría de los jóvenes se van para las ciudades porque quieren estudiar, pero es que en el campo también se puede estudiar. Entonces, me gustaría que la gente le aportara, que no se dejarán esas bonitas costumbres de trabajar el campo, sembrar árboles, cultivar, cuidar el agua, todo eso es aportarle a la cultura rural”, aseguró.  

Por eso, el gran propósito de Aleida es demostrar que es posible vivir en la ruralidad, estudiar, crecer y aplicar los conocimientos en la tierra. Así, impulsa a sus hijos y los llena de motivos para amar la finca y ese estilo de vida que ella inició a los 12 años, también colabora en la comunidad a través de la Junta de Acción Comunal, donde siente que puede hacer más, tener una visión más amplia y ayudar a los vecinos; finalmente, trabaja en ella misma, en capacitarse, aprender y asumir retos, como lo hace a diario con el monitoreo del clima.  

En este grupo de monitoras también está Gloria Inés Peñaranda, quien reconoce a una mujer rural como “aquella que cumple sus funciones y se desempeña muy bien en el sector agrario, en todo lo que tiene que ver con el campo, con las labores que se llevan a cabo allí, ya sea la recolección de cacao, de café o de frutos, y labores de crianza de animales”. 

Ella vive con su esposo y se dividen las labores de la finca; mientras ella realiza los oficios de la casa, del jardín y está atenta a los gastos del hogar, él está pendiente de los cultivos. Sabe que ambos tienen las mismas capacidades para trabajar, pero también entiende sus límites, por ejemplo, reconoce que ella puede cargar hasta dos arrobas, mientras que él carga cuatro o cinco, por eso son equipo y se apoyan.  

“Las mujeres rurales tienen mucha fortaleza porque en el campo la necesitan para soportar, aguantar, sufrir y pasar necesidades, y aunque todas las mujeres luchan y trabajan duro, la parte del campo es muy exigente y el desgaste físico es superior a otros trabajos”, agregó.  

También resalta el empoderamiento femenino alcanzado desde la ruralidad y los deseos de seguir adelante y superarse, aunque con retos como el acceso a la educación, los bajos ingresos, el acceso a agua potable o la conexión digital. 

Según ONU Mujeres, el 64% de las mujeres que trabajan en la agricultura cuentan con ingresos bajos y tan solo el 2% con ingresos altos, menos del 15% de las personas que poseen tierras agrícolas son mujeres, el 2% de las mujeres rurales más pobres de los países de bajos ingresos completan la educación secundaria superior y de los 3.700 millones de personas que no tienen accesos a internet, en su mayoría son mujeres y niñas rurales.  

Por eso, construir espacios de participación, equidad y fortalecimiento de capacidades resultan fundamentales para el empoderamiento de las mujeres y las niñas rurales, porque, como aseguró Gloria, “el campo es necesario, toda la vida va a ser necesario, porque sin el campo no habría alimentos, ni ciudades, ni pueblos, ni gente”. 

A través de este homenaje, el programa de monitoreo climático participativo destaca y agradecen la labor de aquellas mujeres que trabajan a diario para garantizar la seguridad alimentaria y fortalecer la economía del departamento de Santander. Como Yuli, Aleida y Gloria, son muchas las mujeres que hacen parte de este proyecto, que lideran cada proceso en sus fincas y con sus familias, dejando en alto el rol de la mujer en la ruralidad. 

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