¿Qué es agricultura sostenible y cómo se relaciona con el monitoreo climático?

En procesos de agricultura tradicional y comercial se pueden llegar a implementar prácticas para acelerar y aumentar la producción. Sin embargo, en algunos casos se dejan de lado factores clave como: la calidad del cultivo, la fertilidad y contaminación del suelo, las afectaciones a los ecosistemas, el agua y el desplazamiento de la fauna y flora silvestre.

Por eso la agricultura sostenible juega un papel importante, caracterizada por usar los recursos naturales en procesos agrícolas, mediante prácticas que disminuyan el impacto ambiental y fortalezcan la conservación de los ecosistemas, la biodiversidad, el agua y el suelo.

Así, además de aportar en la protección de los recursos naturales y disminuir la contaminación, también fomenta la producción de alimentos de manera sostenible y la diversidad de cultivos, lo que fortalece la seguridad alimentaria y la salud de los seres humanos. También crea una adaptación al cambio climático, ayudando a mitigar su impacto, aumentando la capacidad de los suelos para retener agua y carbono, y mejorando la resistencia de los cultivos a cambios en el clima.

La transición hacia una agricultura sostenible no es un proceso sencillo y puede tardar, pues no solo depende de la labor de los agricultores, sino que también de políticas, de mercados que promuevan la demanda de productos y de la conciencia del consumidor al optar por productos que cuestan más, pero tienen un origen más responsable.

Javier Díaz, Profesional de apoyo del proyecto Monitoreo climático participativo, explica que esto “requiere de un cambio de comportamiento en el cual se toma conciencia de que la forma como se viene cultivando, tratando el suelo y los ecosistemas que interactúan con este, no es la más indicada. Pues así se agota la capacidad productiva de los suelos debido a que se destruye la biota que habita en él y que responde a procesos de importancia como la descomposición de la materia orgánica, la fijación y la disponibilidad de nutrientes para las plantas, el control y regulación de organismos que afectan los cultivos”.

Por todos los beneficios que trae, cada vez son más los agricultores de Santander que adoptan prácticas responsables y sostenibles en sus actividades diarias. Es el caso de Yerson Javier Ardila, un joven de 20 años, estudiante de agronomía e integrante de una familia campesina, quien ve el proceso como una oportunidad de producir alimentos saludables con prácticas respetuosas para el agua, suelo y aire.

“En la finca implementamos prácticas de agricultura sostenible como reemplazar los agroquímicos por fertilizantes biológicos, implementar cercos vivos en los potreros, con especies como matarratón, así minimizamos la tala de árboles, ayudamos a conservar la biodiversidad y damos un buen manejo agroecológico a los cultivos”, afirmó.

De esta forma, Yerson reúne las tradiciones de sus familiares, experiencias de la finca y el conocimiento de sus estudios para mejorar los procesos de su finca ubicada en la vereda El Monto. Mientras que en la vereda Canta Gallos, se encuentra Marcela Ríos, una joven de 25 años, estudiante de ingeniería agroforestal que también aporta en las actividades agrícolas de su finca familiar.

“La agricultura sostenible es importante porque podemos implementar otros métodos como la fumigación sin químicos y empezar a implementar productos como la cacota de cacao (residuos de cacao con propiedades que favorecen el cultivo), que sirve para el plátano. También podemos implementar muchos productos que nosotros mismos tenemos en la finca y que nos sirven para poder abonar”, aseguró.

En esta transición se encuentran otras familias de los municipios de San Vicente de Chucurí, Betulia, Zapatoca y Girón (Santander), quienes también hacen parte del programa de Monitoreo climático participativo y han podido aprender a articular y relacionar el clima de la región con los procesos que llevan en sus cultivos.

Es así como desde hace catorce años, la estrategia de monitoreo climático participativo “utiliza el dato climático como herramienta que ayuda a mejorar la eficacia al momento de tomar decisiones de cómo abordar cualquier situación adversa relacionada con el clima que pueda afectar los sistemas productivos. Tales como el estrés hídrico ocasionado por un fenómeno El Niño o la alta incidencia de un hongo patógeno producto del fenómeno La Niña”, afirmó Javier.

Con esta estrategia, se promueve en los agricultores anticiparse a lo que pueda pasar, siendo una particularidad de la agricultura sostenible, que se enfoca más en la prevención que en el control, a diferencia de la agricultura convencional basada en los agroquímicos.

Díaz también explicó que el dato climático es un insumo que puede ayudar en la agricultura sostenible porque puede dar información acerca del momento indicado donde puede ser más eficaz un tratamiento biológico o tradicional, para controlar o mitigar cualquier situación de riesgo para el cultivo, y así minimizar el uso de tratamientos químicos, herramientas o equipos que dañen el suelo y causen daño a la fauna y flora asociada al sistema agrícola.

Como se mencionó anteriormente, es una transición a largo plazo, por lo que puede tardar en reflejar un impacto a nivel nacional o regional. Solo en el departamento de Santander, la comunidad se enfrenta a retos relacionados con el fortalecimiento del mercado de derivados de cacao obtenidos a partir de agricultura sostenible y orgánica, la facilitación de procesos de certificación de fincas con prácticas sostenibles y, por supuesto, que productos como el cacao obtenido a partir de agricultura sostenible u orgánica sean pagados a buen precio con el ánimo de incentivar a que más agricultores implementen estas prácticas.

Frente a esto, ISAGEN y Fundación Natura siguen uniendo esfuerzos para que, de forma articulada con la comunidad, se incentiven estas prácticas, se tecnifiquen y cuenten con un acompañamiento durante el proceso, pues de esta forma se fomentan acciones de conservación que cuiden de servicios ecosistémicos y brinden condiciones para un microclima que proteja los cultivos y albergue la biodiversidad de la región.

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